Rubén Darío

Su niñez transcurrió en León, criado por sus tíos abuelos Félix y
Bernarda, a quienes consideró sus verdaderos padres. Lector precoz[],
pronto empezó también a escribir sus primeros versos, entre ellos la
elegía Una lágrima, que apareció en el diario El Termómetro, de la ciudad
de Rivas, cuando contaba 13 años de edad. Poco después colaboró también en
El Ensayo, revista literaria de León, y alcanzó fama como «poeta niño».

Radicado en Managua, algunos políticos liberales impulsaron su educación
en Europa, pero el tono anticlerical de sus versos no convenció al
presidente del Congreso, Pedro Joaquín Chamorro y Alfaro, y se resolvió
que estudiaría en la ciudad nicaragüense de Granada. Rubén, sin embargo,
prefirió quedarse en Managua, donde continuó su actividad periodística en
los diarios El Ferrocarril y El Porvenir de Nicaragua. Poco después se
embarcó hacia El Salvador donde fue presentado al presidente, Rafael
Zaldivar, quien lo tomó bajo su protección.

Tras su regreso ingresó como empleado a la Biblioteca Nacional. Estrenó su
obra Cada oveja, que tuvo cierto éxito. Entonces viajó a Chile donde
recibió la protección de Eduardo Poirier y del poeta Eduardo de la Barra.
En colaboración con Poirier escribió la novela Emelina y se incorporó al
diario La Época, de Santiago. Forjó algunas amistades, como el hijo del
entonces presidente de la República, el poeta Pedro Balmaceda Toro.
Gracias a su respaldo, publicó Abrojos (1887). En julio, apareció en
Valparaíso, con la ayuda de Eduardo Poirier y Eduardo de la Barra, Azul,
el libro clave de la recién iniciada revolución literaria modernista. Azul
recopiló poemas y textos en prosa que ya habían aparecido en la prensa
chilena. No tuvo éxito inmediato, pero fue muy buen acogido por el crítico
literario español Juan Valera, quien publicó en el diario madrileño El
Imparcial dos cartas dirigidas a Rubén Darío, en las cuales le reprochaba
sus excesivas influencias francesas

Poco después, obtuvo el puesto de corresponsal del diario La Nación, de
Buenos Aires. A poco de despachar su primera crónica, viajó de regreso a
Nicaragua. Tras una breve escala en Lima, donde conoció al escritor
Ricardo Palma, fue agasajado en León con un recibimiento triunfal.
Enseguida se trasladó a San Salvador, donde asumió como director del
diario La Unión, defensor de la unión centroamericana, y contrajo
matrimonio civil con Rafaela Contreras. Al día siguiente, se produjo un
golpe de estado, el general Ezeta, que había asistido a la boda de Darío,
le ofreció cargos de responsabilidad, pero Darío prefirió irse a
Guatemala, mientras su flamante esposa permanecía en El Salvador.

En diciembre de 1890, Rubén Darío alcanzó la dirección del nuevo periódico
El Correo de la Tarde y publicó la segunda edición de su poemario Azul,
con las dos cartas de Juan Valera que habían supuesto su consagración
literaria. Poco después, El Correo de la Tarde dejó de percibir la
subvención gubernamental, y tuvo que cerrar. Darío se fue a San José de
Costa Rica donde nació su primer hijo, Rubén Darío Contreras, en medio de
un fuerte agobio por deudas económicas.

Su fortuna cambió cuando el gobierno nicaragüense lo nombró miembro de la
delegación a Madrid por el cuarto centenario del descubrimiento de
América. Desembarcó en Santander, siguió viaje por tren a Madrid donde
frecuentó a los poetas Gaspar Núñez de Arce, José Zorrilla y Salvador
Rueda, los novelistas Juan Valera y Emilia Pardo Bazán, a Marcelino
Menéndez Pelayo, y varios destacados políticos, como Emilio Castelar y
Antonio Cánovas del Castillo.

De regreso en Managua y tras el fallecimiento de su esposa, Rubén Darío
renovó su relación con Rosario Murillo cuya familia los obligó a concretar
el matrimonio.[] Poco después, el presidente colombiano Miguel Antonio
Caro le concedió el cargo de cónsul honorífico en Argentina. Rosario quedó
en Panamá, y antes de llegar a Buenos Aires, Darío pasó brevemente por
Nueva York, donde conoció al poeta cubano José Martí. También pasó por
París antes de arribar a Buenos Aires, hacia agosto de 1893.

Rubén Darío fue muy bien recibido por los medios intelectuales porteños,
colaboró en La Nación, publicó artículos en La Prensa, La Tribuna y El
Tiempo. Su vida transcurrió siempre al borde de sus posibilidades
económicas, y sus excesos con el alcohol fueron causa de advertencias
médicas. Trabó relación con Bartolomé Mitre y con los poetas Federico
Gamboa (mexicano), el boliviano Ricardo Jaimes Freyre y los argentinos
Rafael Obligado y Leopoldo Lugones.

En octubre de 1895 el gobierno colombiano suprimió su consulado en Buenos
Aires, pero Rubén Darío obtuvo empleo como secretario de Carlos Carlés,
director general de Correos y Telégrafos.

En 1896, en Buenos Aires, publicó dos libros cruciales en su obra: Los
raros, una colección de artículos sobre los escritores que más le
interesaban, y Prosas profanas y otros poemas, el libro que supuso la
consagración definitiva del Modernismo literario en idioma español.

Darío viajó luego a España para enviar cuatro crónicas mensuales a La
Nación sobre el estado de la nación peninsular después de su derrota
frente a Estados Unidos en la Guerra hispano-estadounidense, y la pérdida
de sus posesiones coloniales de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de
Guam . Estas crónicas terminarían recopilándose en un libro, que apareció
en 1901, titulado España Contemporánea. Crónicas y retratos literarios.

En España, Darío despertó la admiración de jóvenes poetas defensores del
Modernismo, entre ellos Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y
Jacinto Benavente.

Al año siguiente conoció a Francisca Sánchez del Pozo, campesina
analfabeta, natural de Navalsauz, provincia de Ávila, que se convertiría
en la compañera de sus últimos años. Casi de inmediato, visitó París donde
cubrió la Exposición Universal para La Nación. Sus crónicas fueron
recogidas en el libro Peregrinaciones.

En 1901 publicó en París la segunda edición de Prosas profanas, Francisca
dio a luz a Carmen, que fallecería de viruela poco después, sin que su
padre llegara a conocerla.

Al año siguiente, Darío conoció en la capital francesa al joven poeta
español Antonio Machado y en marzo de 1903 fue nombrado cónsul de
Nicaragua, lo cual le permitió vivir con mayor desahogo económico. Al mes
siguiente nació su segundo hijo con Francisca, Rubén Darío Sánchez.
Durante esos años visitó el Reino Unido, Bélgica, Alemania e Italia, entre
otros países.

En 1905 publicó en Madrid Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros
poemas, el tercero de los libros capitales de su obra poética, editado por
Juan Ramón Jiménez.

En 1906 participó de la delegación nicaragüense en la Tercera Conferencia
Panamericana, en Río de Janeiro. Escribió su poema «Salutación del
águila», una visión de Estados Unidos muy diferente de la de sus poemas
anteriores.

Tras dos breves escalas en Nueva York y Panamá, Rubén Darío tuvo un
recibimiento triunfal en Nicaragua, pero no se le abonaron los honorarios
por su cargo de cónsul. Obtuvo, en cambio, el nombramiento como ministro
residente en Madrid del gobierno nicaragüense de José Santos Zelaya, pero
pasó dificultades económicas durante sus años como embajador, que sólo
pudo solucionar en parte gracias al sueldo que recibía de La Nación y en
parte gracias a la ayuda de su amigo y director de la revista Ateneo,
Mariano Miguel de Val[]. Cuando Zelaya fue derrocado, Darío tuvo que
renunciar a su cargo diplomático, se trasladó a París, donde se dedicó a
preparar nuevos libros, como Canto a la Argentina, encargado por La
Nación. Por entonces, el alcoholismo le causaba frecuentes problemas de
salud.
Hacia 1912, los empresarios uruguayos Rubén y Alfredo Guido lo convocaron
para dirigir las revistas Mundial y Elegancias. Visitó Río de Janeiro, San
Paulo, Montevideo y Buenos Aires y aprovechó para escribir su
autobiografía, publicada en Caras y Caretas y la Historia de mis libros,
muy interesante para el conocimiento de su evolución literaria.

Al concluir la gira, Darío regresó a París y viajó a Mallorca invitado por
Joan Sureda. Vivió en la cartuja de Valldemosa, en la que habían residido
Chopin y George Sand. Allí comenzó El oro de Mallorca, una autobiografía
novelada. Cinco meses después pasó a Barcelona, donde terminó Canto a la
Argentina y otros poemas, su última obra poética de importancia. Su salud
estaba ya muy deteriorada, sufría de alucinaciones.

Al estallar la Primera Guerra Mundial, partió hacia América para defender
el pacifismo de las naciones americanas. Recaló finalmente en León, la
ciudad de su infancia. Allí falleció el 6 de febrero de 1916. Había nacido
como Félix Rubén García Sarmiento en Metapa, hoy Ciudad Darío, el 18 de
enero de 1867, fue el mayor exponente del modernismo literario en lengua
española, se lo ha denominado príncipe de las letras castellanas.

La Masonería Argentina recuerda a su querido hermano con especial afecto.
Rubén Darío fue iniciado masón el 24 de enero de 1907 en la Logia Progreso
N° 1, de Managua, Nicaragua.

Ángel Jorge Clavero
Gran Maestre