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San Valentín: un momento para detenernos en nuestro propio interés en conectarnos con el otro

Se acerca San Valentín y diferentes emociones se ponen en juego. Recordamos otras fechas de San Valentín, cómo estábamos, con quién, qué pasó con esa persona… La ilusión de que el amor está cerca activa nuestras emociones. Es notorio que en estas fechas, el espíritu romántico y la sensualidad adquieren una relevancia inusitada y somos concientes de que estamos imbuidos de ese espíritu en distintos momentos y situaciones del día.

¿Dónde lo sentimos? ¡En el cuerpo mismo! Estamos más erguidos, con la mirada más atenta, la sonrisa más presta. Nuestra actitud corporal revela disponibilidad hacia la apertura y para conocer a alguien. En realidad es poner las expectativas que sentimos el resto del año en una fecha determinada, que por lo que se celebra (el amor) nos conecta con nuestras propias necesidades de amor.

Teniendo el amor de pareja un componente único (la atracción sexual), privativo de este tipo de vínculos, el erotismo juega un papel clave en las sensaciones que se van experimentando. La resultante de este mix está vinculada a la autoestima, a la autoconfianza y a las experiencias vividas por esa persona. Pero todos somos capaces de experimentar interés, atracción y amor (tanto de parte nuestra como de parte de otros hacia nosotros).

Si tenemos presentes que más de dos millones de personas viven solas en nuestro país, según el último censo de 2010 del INDEC y agregamos que la cifra va en aumento y representa el 5,5% de los hogares (un número mayor de 2001 cuando el porcentaje de hogares unipersonales era del 4.4) son muchos los candidatos a interesarse en formar una pareja. Evidentemente, se puede disfrutar de la soltería y tener innumerables beneficios pero la gran mayoría también estaría muy dispuesta a formar una pareja.

Es verdad que «una pareja» no siempre refiere que la misma tenga características que tengan que ser muy ortodoxas -cada vez más se ve inclusive de casados, parejas que viven separadas en distintos domicilios o en distintos dormitorios, parejas donde las formas de regular las distancias están supeditadas a las necesidades y objetivos individuales de sus componentes- pero la ilusión del amor no pasa de moda y sigue completamente vigente. El ser humano es un ser gregario y siempre busca ubicarse en grupo, trascender la propia individualidad y el estar en pareja es una forma muy concreta (y romántica) de hacerlo.

Al enamorarse se libera dopamina, serotonina y ocitocina; por eso cuando nos enamoramos nos sentimos excitados, llenos de energía y nuestra percepción de la vida es magnífica. Al cabo de un tiempo (al igual que pasa cuando alguien consume drogas durante un período largo de tiempo), llega la tolerancia o lo que comunmente se conoce como habituación. Esta situación es interpretada por algunos como una pérdida de amor, lo que realmente sucede es que los receptores neuronales ya se han acostumbrado a ese exceso de flujo químico, y el enamorado, necesita aumentar la dosis para seguir sintiendo lo mismo.

Cuando nos falta el amor, nuestra química se modifica y otras sensaciones nos invaden. Cuando la pérdida es reciente se experimentará como un «craving» (anhelo imperante, ansias de…), hasta que de nuevo nuestro organismo (duelo mediante) vuelva a entrar en proceso de habituación a este nuevo estado. Pero más que ser éste un momento para detenernos en la falta de amor, es este un momento para detenernos en nuestro propio interés en conectarnos con otro, en todos los sentidos disponibles y disfrutar de un nuevo encuentro, que dure… «por siempre jamás».

Lecturas para acercarse al «lado B» del día de San Valentín

El Día de los Enamorados, o de San Valentín, que se conmemora mañana en el mundo occidental, se posiciona cada vez más lejos de gestos románticos -como era la lectura del famoso capítulo 7 de «Rayuela» de Julio Cortázar- y se abraza en cambio a textos que lo deconstruyen, que celebran su «lado B», con títulos como por ejemplo «El fin del amor. Querer y coger», de Tamara Tenenbaum.

«Anti San Valentín» se titula la propuesta de la Editorial Siglo XXI, que invita a releer o descubrir lecturas que apuestan a pensar el amor y el sexo en sus versiones reales y posibles, como por ejemplo el reencuentro de León Trotsky con su amante, Natalia Sedova, narrado en «La fuga de Siberia en un trineo de renos» o la historia de Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano y una de las grandes figuras del pensamiento socialista del siglo XX, quien estaba enamorado de dos mujeres («Una biografía» de Andrew Pearmain).

Otra óptica para esta fecha que rinde homenaje a un sacerdote del siglo III – luego canonizado- que casaba en secreto a las parejas que se amaban, es aquella que invita a revisar la celebración cuestionando las narrativas románticas, como ocurre en el ensayo «El fin del amor. Querer y coger» (Editorial Planeta) de la escritora argentina Tamara Tenenbaum, quien recorre los nuevos paradigmas afectivos o en «Por qué duele el amor» (Editorial Katz), un trabajo de la socióloga franco-israelí Eva Illouz.

Con el subtitulo «Una sociología de las relaciones negativas», Illouz, considerada una de las grandes teóricas del amor contemporáneo, advierte cómo la cultura occidental ha representado con insistencia los modos en que el amor irrumpe en nuestras vidas, pero no sucede lo mismo en los momentos en los que el amor se termina o ni siquiera llega a comenzar, el desamor. Allí analiza el rol clave que juega el capitalismo tardío, que nos entrena para desechar los vínculos sociales y pasar rápidamente a la siguiente transacción.

Para seguir desmenuzando el concepto alrededor de San Valentín, patrono de los enamorados, en el libro «El entorno digital», sus autores Pablo Boczkowski y Eugenia Mitchelstein indagan en las citas en tiempos de apps: «un millón y medio de primeras citas por semana en todo el mundo se coordinan por Tinder, que es solo una aplicación de citas de las muchas que existen», como Happn, Grindr, Match, OkCupid y Bumble, enumeran -los ensayistas- las plataformas que han cambiado la forma en que las personas se conocen.