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Se apagó la llama olímpica por primera vez en la historia

El insólito hecho se dio en el marco de los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018

Un papelón inédito tuvo lugar en la Ciudad de Buenos Aires en las últimas horas: por primera vez en la historia de los eventos deportivos internacionales, la llama olímpica se apagó en el marco de los Juegos Olímpicos de la Juventud.

A sólo tres días de comenzada la competencia, la antorcha, que funciona a gas, se apagó. Así estuvo durante unos minutos, hasta que, de forma remota, volvieron a encenderla. La conexión de gas es provisto por la empresa Transportadora de Gas del Sur (TGS), pero, al parecer, algo salió mal.

Supuestamente tiene que estar siempre encendida y, de hecho, siempre lo está. La antorcha olímpica sale encendida de su lugar original y milenario en Atenas y llega encendida al país que oficie de anfitrión para cada uno de los eventos deportivos.

Hasta que termine la competencia en cuestión, la llama no se apaga: tradición que data de la antigua Grecia y que se mantuvo siempre, siglo tras siglo… hasta que llegó a Buenos Aires…

Despues de unos días de comenzada la competencia, en un hecho inédito en la historia, la antorcha -que funciona a gas- se apagó por unos minutos y hubo que recurrir a la llama de emergencia.

Sea como sea, parece que el aumento de tarifas no le garantiza servicio ni a los dioses del Olimpo.

La llama olímpica

La llama olímpica no nació en la antigua Grecia, como podría suponerse, y es más bien una idea luminosa que surgió en la mente de Jan Wils, un arquitecto holandés, durante los Juegos Olímpicos de 1928, cuando dibujó una torre con una antorcha en el estadio olímpico, cuya llama fue encendida por primera vez en julio de ese año.

Desde entonces, cada 4 años la llama olímpica vuelve a flamear en la ceremonia inaugural de los sucesivos Juegos Olímpicos de Verano, para que se perpetuara como símbolo de pureza y claridad a través de los tiempos, como lo auguró Pierre de Coubertin en 1932.

Es a partir de 1936, en los Juegos de Berlín, que la llama olímpica se transportó desde las ruinas del Templo de Heras en Olimpia hasta el lugar donde se desarrollan los juegos. Así, el encendido y el transporte de la llama comenzó a formar parte de los rituales de este magno evento deportivo. Ese año también la llama ardió por primera vez en los Juegos Olímpicos de Invierno, pero la primera carrera de la antorcha invernal recién tuvo lugar en 1952.

La llama olímpica se enciende cada cuatro años en una ceremonia que intenta garantizar la pureza del fuego que inflama los ideales de los juegos deportivos, a través de un método de encendido por concentración de los rayos solares en un espacio cóncavo. Luego, se inicia el tradicional transporte de la antorcha olímpica con una carrera de atletas, que en ciertos momentos se suple con otros medios de transporte, por aire y mar especialmente, inclusive en ciertas ocasiones en caballo, por vía subterránea o – como ocurrió en 1976 en Canadá, a través de un impulso eléctrico, vía satélite.

El tiempo convirtió que el último de los corredores que transportara la antorcha fuera un atleta famoso. Entre esos famosos se incluyen el jugador francés de fútbol, Michel Platini en 1992 y el campeón de pesos pesados de boxeo, Muhammad Ali en 1996. La primera mujer en encender la llama olímpica fue Enriqueta Basilio en los Juegos Olímpicos de México en 1968.