Ser escritor en Argentina. Inés Arteta: método y disciplina

El tiempo siempre fue algo precioso para mí por eso me aferro a mi método: rutina y aislamiento.
Me encierro todos los días de 8 a 1 en un cuartito en la azotea de mi edificio. Allí tengo mi biblioteca, mis cuadernos y mi PC. Si puedo, regreso por la tarde. Por otro lado, siempre llevo una libreta conmigo y anoto lo que aparece en mi mente.

Desde hace 21 años escribo al menos cuatro horas por día, incluyendo fines de semana.
Antes trabajaba 8 horas por día como profesora de inglés, tenía tres hijos, y apenas podía leer. Demoré 11 años en graduarme porque la UBA me permitía cursar a mi ritmo, según el tiempo del que disponía.
Hacer una obra me lleva entre dos y tres años. Durante muchos años llevaba mis textos al taller que estuviese haciendo en ese momento y de ahí salían mis primeros lectores. Desde hace unos años, me reúno con un escritor al que admiro mucho y los leemos en voz alta. Luego dejo macerar sus devoluciones en mi mente, reflexiono mucho y tomo las que me sirven. Considero que sólo los autores de mucho reconocimiento pueden cumplir acabadamente la figura de un editor.

Éste es un trabajo muy solitario. Pero depende del texto. Para escribir la crónica de inmigrantes del barrio Villa 21/24, que no es ficción y que publica Ediciones Continente en noviembre, salí dos veces por semana a hacer entrevistas. Las grababa. Fue muy enriquecedora esa experiencia.

Lo más duro con lo que me tocó lidiar fueron el rechazo y la indiferencia. Tengo un cuaderno en el que sigo todos los concursos a los que envié textos y cuáles, para no entreverarme. También anoto ahí las cartas de presentación que mandé, a cuáles editoriales y las respuestas, si las tuve. La mayoría de las editoriales tiene la costumbre de no responder, por más que uno incluya en la presentación que la novela fue Primer Premio Municipal de novela inédita
Cuando finalmente llegué a publicar fue gracias a un premio nacional de la provincia de La Pampa en el que participé.
Cada uno hace su juego. El mío es seguir intentando.

A excepción de los escritores de muchísima venta, no se puede vivir de la literatura. El premio municipal, que acabo de ganar y que otorga un subsidio mensual de por vida, propone que el escritor premiado pueda dejar otros trabajos y dedicarse a tiempo completo a escribir. En mi caso, no dejaría de dar los talleres de lectura, ni la facultad, porque es mi oportunidad de salir del encierro y compartir con otros los temas que me fascinan. Aprendo mucho enseñando.

Hoy hay muchos medios al alcance de la mano pero tengo la sensación de que en realidad no implica que sea más fácil acercar el contenido al público; es sólo aparente. La gente le dedica pocos segundos a los contenidos. Me parece que es más accesible para la imagen, pero no tanto para los textos, que requieren de tiempo y abstracción.
De todos modos uso las redes y circulo por Facebook, Twitter y Linkedin.

Sin lectores, un escritor es como un mago haciendo trucos para nadie. Pero admito que me perturba darme cuenta de que una historia imaginada por mí ya no pertenece solamente a mi mente. Los lectores ponemos de nosotros mismos cuando leemos y percibir eso respecto de mis personajes y mis historias es bastante pasmoso.

A quien está empezando a escribir le aconsejaría leer diez textos por cada página que escriba. Si no lee, que se dedique a otra cosa.