Varios los boliches de Palermo, en el corazón “porteño” que han adoptado esta modalidad de diversión que se expande con singular éxito.
Las fiestas son iguales a muchas otras en discotecas y afines, pero aquí se medita antes de comenzar el baile, para después divertirse sin tomar alcohol, tampoco se aceptan drogas, ni fumar nada de nada. Lo más cercano a cualquier estimulante son los licuados de trigo orgánico.
“La sonrisa es la mejor de las drogas”
Con ese slogan de campaña adolescente, el profesor asciende a la tarima o escenario, según el lugar, para dar las primeras instrucciones: “inhalo, exhalo”, “inhalo, exhalo”, con ritmo cadencioso todos los presentes a una siguen al instructor al tiempo que se estiran y relajan un poco. Las luces están tenues y los barmans sentados tras la barra con las piernas cruzadas, hacen lo propio.
Acá no hay nada sicodélico, ni porritos, ni estridencias, por el contrario todo apunta a una revolución pacífica pero absolutamente saludable.
Luego los mantras, entrarán en escena pero con una variación: apuntalados por la música electrónica todo conlleva un tono incipiente de fiesta: y así será nomás con un par de centenares de danzantes que van de los adolescentes a sus abuelos casi. El yoga practicado por todos los asistentes, ayuda a que los músculos y articulaciones estén a tono con la circunstancia y ninguno pese a su edad desentone.
Los creadores de estas fiestas, Rodrigo y Nicolás, las llevan adelante desde 2007 y han logrado congregar ya a miles de personas en Buenos Aires, Córdoba y Rosario.
Aseguran además que el modelo lo llevaron ellos a Berlín, la primera capital europea donde se practicó y ahora, se extiende a otras. Además de ganar adeptos cada fin de semana, presentan otra ventaja: se hacen en boliches donde la fiesta a lo sumo termina a las 23:30. Después deben dejar el lugar para que l centro nocturno funcione como es habitual. Algunos, se quedan.