Hospital Fernández

El sistema inmune

El sistema inmune

Por la Dra. Laura Maffei (especialista en endocrinología clínica y directora de Maffei Centro Médico), autora del libro ‘Alicia en el país del estrés’

Tiene como función principal distinguir lo propio de lo ajeno y cuando identifica algo extraño, analizar si busca hacernos daño o es, por ejemplo, un nutriente. Para esto cuenta con un grupo de “soldados”: los linfocitos y leucocitos, entre otros, que están siempre atentos y dispuestos a defendernos de todo agente extraño que intente perjudicarnos.

Sun Tzu decía que “la mejor manera de derrotar al enemigo es conocerlo al máximo, de este modo sabremos cuáles son sus puntos débiles”.

Muy bien, nuestro sistema inmune tiene esos “soldados” que están altamente especializados para paralizar o destruir todo tipo de virus,
bacterias o células cancerosas que quieran destruirnos.

El sistema inmunitario incluye a los linfocitos T, que reconocen antígenos
adheridos a la superficies de otras células y que se asocian a la inmunidad
celular. Participan, así, en la génesis de las enfermedades autoinmunes. Por otro lado, los linfocitos B participan en la síntesis de una serie de proteínas muy específicas llamadas anticuerpos que nos defienden de los virus y las bacterias.

Pero la respuesta del sistema inmune frente a un estresor puede diferir.
Por lo general el estrés agudo aumenta reacciones específicas, como la elevación del número de células fagocitarias en sangre y su actividad. La adrenalina y la noradrenalina parecen ser los principales mediadores en el aumento de la respuesta inmune, mientras que los glucocorticoides tienen efectos inmunosupresores y antiinflamatorios.

Está demostrado que en una situación pasajera, de estrés agudo, el sistema inmune duplica sus alertas y se hace más eficiente, pero cuando la presencia del estresor es sostenida, el sistema se descalibra (lo que significa mayor carga alostática) y aparecen dos tipos de deficiencias. Por un lado, mayor vulnerabilidad a los agentes externos; por otro lado, la posibilidad de que nuestro sistema inmune ya no pueda distinguir entre lo ajeno y lo propio, se confunda e intente atacar a células de nuestro propio organismo como si fueran enemigos.

Un ejemplo muy común de mayor vulnerabilidad frente a virus y bacterias
es el que se da en mujeres embarazadas. Numerosos estudios han demostrado que el estrés normal que produce el embarazo puede estimular la reactivación de los virus latentes, como por ejemplo el EBV (Epstein-Barr, de la familia de los herpesvirus, es la mayor causa de la mononucleosis aguda infecciosa). Aquí van más ejemplos de cuando el cuerpo se las toma consigo mismo.

• Artritis reumatoide. El sistema inmune afecta predominantemente a
la capa que recubre el interior de las articulaciones, llamada capa sinovial.
Produce en ella una inflamación que provoca dolor, hinchazón y rigidez en
las articulaciones. En la artritis reumatoide, la inflamación sinovial se da de
manera simétrica, es decir, en ambos lados del cuerpo y esta es una de las características que permite que podamos distinguirla de la artrosis.

• Esclerosis múltiple. El sistema inmune ataca a los tejidos nerviosos del
sistema nervioso central. En la mayoría de los casos, la lesión se produce de forma intermitente, lo que permite a la persona llevar una vida casi normal; pero existe la posibilidad de que la enfermedad se desarrolle veloz e intensamente, en estos casos los síntomas pueden ser más graves. Podría llegar a generarse cegueras, parálisis y hasta muerte prematura.

• Diabetes tipo 1, insulinodependiente o inmunitaria. El sistema inmune comienza a destruir las células productoras de insulina del páncreas.
La insulina es necesaria para que el organismo mantenga bajo control los niveles sanguíneos de glucosa (azúcar). Los elevados niveles de glucosa son los responsables de los síntomas, como la micción más frecuente, aumento de la sed, fatiga, etc.

• Lupus eritematoso sistémico. Se caracteriza por un gran dolor articular
y erupciones en la piel. Las personas que lo padecen suelen sentirse muy
cansadas. En los casos más extremos el sistema inmune puede atacar y lesionar varios órganos como el riñón, el cerebro o los pulmones.

• Psoriasis. Es otra de las enfermedades autoinmunes que se manifiestan a nivel de la dermis (la piel) y ocasionalmente en ojos, uñas y articulaciones. Su erupción es roja y escamosa, y produce grandes o pequeñas placas.

• Enfermedades autoinmunes de la tiroides. La tiroiditis de Hashimoto
y la enfermedad de Graves son el resultado de la destrucción o estimulación del tejido tiroideo por el sistema inmune. La glándula tiroidea está ubicada delante de la laringe y la tráquea, en la zona del cuello, y su función en condiciones normales consiste en controlar la frecuencia cardíaca, las concentraciones de colesterol, interviene en la síntesis del glucógeno y en la utilización de glucosa, también en la formación de vitamina A, mantiene la temperatura corporal, influye en la función metabólica, la fuerza muscular, los nervios, entre tantas otras funciones, y todo esto lo hace a través de las hormonas T3 y T4 que secreta. La alteración de sus tejidos puede generar una disfunción en su actividad (hipotiroidismo) o que esta se vea aumentada (hipertiroidismo).
Algunos de los síntomas que pueden aparecer son fatiga, nerviosismo, intolerancia al calor o al frío, debilidad, cambios en la textura o la cantidad de pelo y el aumento o la pérdida de peso.