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Los guisos de la abuela. Alto Guiso.

Especial para los primeros frios, siempre la abuela tiene el mejor guiso humeante. Pero lo más lindo de todo es la espera. La casa aromatizada, ese perfume que nos transporta hacia los lugares más recónditos de nuestro ser. Horas y horas sobre el fuego se impregna toda la casa y hasta a veces se siente desde la vereda.

Alto Guiso.

Y cuando crecemos, añoramos los guisos de la abuela. Claro, no nos salen igual. Ni de lejos. Con o sin receta, esos guisos tenían ese sabor especial, que cuando uno le preguntaba a la abuela por qué era tan rico, recibía una respuesta tan filosófica como «tan rico te parece? Pero no sé qué tiene de diferente al que hace tu mamá…» Y sí, lo diferente es el amor de la abuela. Ese ingrediente oculto en todas las comidas que hacen que uno muera por saborear esas delicias. No porque la abuela fuese o no gran cocinera, sino porque queda grabado en nuestros recuerdos lo bien que la pasábamos mientras se cocinaba el guiso.


Y la historia se repite. Dejamos a nuestros hijos en la casa de la abuela y quieren volver por su guiso. Y, si bien aún no lo experimenté, sí tengo amigas abuelas que dicen: yo no sé por qué le gusta tanto mi comida a mis nietos, si a mis hijos ni les atraía. ¡Y ahora no hago nada distinto! ¡Y no me gusta cocinar! Y… bueno, en fin. La magia del vínculo hace que sean así, famosos, deliciosos, increíbles.

Un clásico de Doña

Ingredientes
Las variantes, son infinitas, pero siempre se parte de unos vegetales de base (cebolla, zanahoria, ajo y los más ortodoxos incluyen apio), carnes de cortes más económicos, no por malas, sino por una cuestión de cuán tiernas son (osobuco, carnaza, cogote, azotillo), además de papa, batata, zapallo o choclo para darle peso a la preparación, legumbres e incluso arroz o fideos.

Procedimiento

Poner en una cacerola el aceite y la manteca, dorar el pollo cortado en presas y añadir la cebolla. Dejar dorar un poco. Añadir los tomates cortados y pelados, el morrón, las arvejas, el caldo y condimentar bien. Tapar la cacerola y dejar hervir despacio hasta que el pollo y las arvejas estén cocinados. Añadir el arroz, tapar nuevamente la cacerola y dejar hervir despacio durante 20 minutos. El arroz debe resultar espeso, pero jugoso, de modo que, mientras se esté cocinando, si le falta caldo se le añade.

Maravillas que la vida nos permite disfrutar, hoy o a la distancia.

¿Cuál es el mejor guiso que probaste de tu abuela?