«Milenio distópico» Eduardo Sanguinetti.

Cual protagonista excluido del acontecer cultural, político y social de la Argentina culocrática, pues como me comentaron personeros del poder, soy peligroso, pues no negocio con nada ni nadie, jamás dejando de lado mi sentir y pensar volcado en mi obra y actos de vida… encuentro sentido en la permanencia, persistiendo en la lucha soñada por millones de seres temerosos de liberar Latinoamérica de gobernantes cacofónicos, a través de la construcción de operaciones olímpicas desde la cultura en todas sus expresiones.

Se impone hacer claudicar a los especuladores brotes de jardines del bottox radiofrecuenciado, los que manipulan a comunidades anestesiadas y torturadas por la infiltración de repertorios cocinados en «tienda de accesorios»… o piensan que los voraces incendios en Amazonia son noticia del día… comenzaron hace décadas, impulsados por los corporacionistas brasileros, apoyados por gobiernos cómplices, según pasaron los años, nada nuevo se cocina bajo el sol de satán… el hombre está cometiendo un terricidio… todos debemos resistir y estar como podamos denunciando y accionando por un Amazonia libre de contaminantes.

Con esto deseo señalar que el proyecto liberador puede comenzar en cualquier tiempo y lugar: sólo basta el deseo de llevarlo a cabo, simple, no existe razón para prolongar agonías, salvo que se sumen a las huestes de esclavos del tercer milenio, asimilados a tendencias de ser objetos, en similar categoría que un zapato.

El excluido es la gran metáfora de la liberación, no de un país o de un hombre en particular, sino de toda Latinoamérica, rendida a los pies de imperios putrefactos, que nuevamente recolonizando nos llevan a un ciclo doloroso de nuestra historia, que ya ha comenzado a desarrollarse.

La convicción de que solo puede ser libre quien esté dispuesto a arriesgar su vida, para no ser esclavo y servil a un sistema dictatorial disfrazado de democrático, tiene demasiada poca vigencia hoy, no así en el pasado, donde se anteponía dignidad y libertad a toda idea de servidumbre.

Así, considero la valentía como la primera de todas las virtudes políticas y forma parte de las pocas virtudes cardinales de la política, espacio donde se instalaban los hombres libres, hoy es sólo un relato interrumpido, de lo que pareciera nunca ha sido, todo se remite al espacio doméstico, grosero, alcahuete, de arrastrados, tras la permanencia en una existencia privada y coaccionada por tendencias prostibularias, donde cabe de todo, menos la verdad y la libertad: los poseedores de un alma esclava son quienes dictan y rigen en este mundo y sin dudas en Argentina, tierra de traiciones, estafas y fraude.

La pléyade de serviles funcionales a un sistema necrótico es inmensa, se cuentan por millones. «El «dólar» es el símbolo patrio de millones de argentinos de las más diversa especie, toda la ciudadanía unida tras el horizonte del ‘dólar’, bajo un cielo pintado a mano. Democracia y República carecen de sentido hoy en su acepción original. ¿Hemos aprendido que la estupidez es insondable, no tiene límites, es infinita?»

Ese juego sádico de dominio y servidumbre, que podemos apreciarlo en el gobierno de Macri, es muy peligroso, de relaciones móviles e intercambiables, donde ese «otro» sujeto que está atado a un «collar de perro» o a los juegos perversos y pervertidos del sacrosanto «torturador», puede ocupar el lugar de dominio, subvertir la ley que rige el destino de los cuerpos, puede cambiar el porvenir y provocar el pasaje de esclavo a amo. Y me pregunto ¿quiénes pueden votar a este incapaz y mentiroso en elecciones a celebrarse en octubre?, sólo quienes no se asimilan a principios de libertad, verdad, solidaridad, igualdad en su sentido original… ¿quién sino los misóginos mononeruonales gorilas votarán semejante espécimen?… y lo único que queda es votar por uno mismo o por el otro candidato, aparentemente más centrado, un tanto pragmático, pero al menos con un discurso propio que se acerca al deber ser, en palabras y frases con sentido.

No olvidemos que la resistencia y la transgresión siempre proviene de aquel cuerpo que ha sido víctima de la opresión o de la sumisión, de la exclusión y de la amenaza. Desde el límite de lo real, propongo al lector la «otra historia», la de los silenciados, los sometidos, perseguidos. Como sujeto, constituido por el relato, busco lo real establecido para luego negarlo, rechazarlo, eludirlo y desde lo ilusorio, construir otra realidad que explique lo real del presente, convertirme en una fábrica de relatos de lo político, cultural y social, en la vacuidad de este presente espantoso, que los argentinos han sabido ganar, sin lugar a dudas.

Me vinculo directamente a la política, algo extremadamente atractivo y a la vez pesadillesco, una elección estética, estratégica en el momento de escribir textos que pasen la lectura del censor, que habita en cada lector, textos cifrados los denominaba en tiempos pasados. La inclusión de lo político en mi pensamiento y obra responden a una legalidad minimalista, es decir, para mí lo político es inevitable y la única forma de incluir esa inevitabilidad es un régimen estético que se separa de la representación tradicional: cómo se puede seguir relatando cuando no se puede seguir relatando y respondo a la manera de la modernidad perdida: es imposible esta tarea de relatar el pensamiento, pero hay que seguir relatando y por lo tanto luchemos, avancemos sobre este límite ilimitado, en intensidad creciente.

Y ahora, medito y pienso, porque en tiempos de la Grecia clásica, en el sentido de la «polis», el hombre político era en su perfil particular el ser más libre, pues tenía como virtud su discernimiento, su aptitud para considerar cualquier punto de vista, la máxima libertad de movimiento y sobre todo la valentía de lanzar la verdad, aún a riesgo de su vida.

¿Qué ha ocurrido en este tercer milenio donde el hombre político en su sentido original ha desaparecido? mutó en un Nadie, Nada, con audiencia mediática que en intensidad formal y semántica inversa, no escucha discurso alguno: una experiencia para nada intensa, todo lo contrario… pero cuánta destrucción provoca la ausencia de lenguaje y actos de vida, rodeados de muerte, ambos presupuestos del lenguaje ausente y de la «parca» merodeadora, habitantes de la esfera pública en una democracia privada.

¿Dónde ubicar a gobernantes como Macri en el contexto de la filosofía, del conocerse a sí mismos, de dar espacio al diálogo y sobre todo recupero del sentido de la verdad como destino de nuestras existencias? El ejemplo del cacofónico Macri deviene en ser referente ineludible y emblemático de la ausencia de presupuesto humano para regir los destinos de un país, sobre todo como Argentina, donde reina un estado de crisis permanente en las relaciones entre iguales-desiguales.

Los prejuicios se anticipan al porvenir que no es demasiado alentador, pues se corre el riesgo de que la política desaparezca totalmente. Confunden con política, los mercenarios de medios, fabuladores, pseudointelectuales de fogón, funcionarios empresarios blindados y analfabetos del «buen vivir», aquello que va a acabar con la política, es inevitable, pareciera el final se acerca.

Los prejuicios tienen un rol fundamental en la vida de la gente, incluida por supuesto la política y los que dicen representarla, son perniciosos, peligrosos y como vemos muy eficaces a la hora de ponerlos en práctica, pues están anclados en el pasado, no confundamos con chusmeríos que tiene hora de vencimiento, con su misión de contagiar abstracción del deber ser, instalando certezas de segundos, pero a fuerza de ser replicadas toman carácter de evidencias.

La política debería ser un panóptico gigante de apertura del planeta a la unidad y no un devenir de actos de violencia. Aclarar, disipar, abriendo el gran angular que proyecte el mundo a vivir, del cual hoy estamos muy distantes y sin embargo tan cercanos, ironía de nuestro ignoto destino de «ser simplemente ser frágiles criaturas, sometidos a nosotros mismos frágiles criaturas».