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Vecinos de Palermo Hollywood conviven con la ocupación ilegal de casas, asaltos permanentes en restaurantes y ladrones que irrumpen con armas largas.

Vecinos de Palermo Hollywood conviven con la ocupación ilegal de casas, asaltos permanentes en restaurantes y ladrones que irrumpen con armas largas en la pacífica panadería. Pero el sol obra el milagro de la belleza, no el de transformar una realidad que, como en este caso, deja a los habitantes de una de las zonas más lindas de Buenos Aires al borde de la indefensión.

«En Carranza 1608, un ex hotel boutique ahora está ocupado.» dijo Carlos un vecino de Palermo «ocupa» Hollywood

De día, poco después de las diez, una luz suave y tibia invita a vecinos, empleados y turistas a disfrutar de una jornada feliz. Los desayunos que se ofrecen incluyen pan casero, té verde, café de Colombia y mermelada de arándanos. En el Oui Oui, en Nicaragua al 6000, una rubia despeinada entra en ojotas y laptop para despertarse mientras revisa su correo. Y muy cerca de ella, una pareja comparte la matinal lectura de diarios. La vida del barrio sería perfecta si no fuera por la ola de asaltos que ya pasó por los restaurantes Magendie, Porota y Donato, el bar The Cream y las panaderías Asturias y Moremore, sin que nada haga imaginar su final.

De hecho, cerca de las 19 del martes pasado, los delincuentes convirtieron el restaurante deCata (Honduras 6100) en su víctima más reciente, y nada hace suponer que vaya a ser la última.

Siempre por la mañana, en enero y febrero asaltaron en dos oportunidades al Magendie (Honduras 5900), y no hubo una tercera porque en ese nuevo intento el encargado, Tomás, enfrentó al ladrón y lo echó del local (horas más tarde, el mismo delincuente robaría en Porota, en Gorriti 5881). Entre febrero y marzo, a la panadería Asturias (Cabrera 6002) le robaron tres veces en diez días, y en una ocasión los ladrones fueron de allí a saquear Donato (Arévalo 1538) con total impunidad. «En enero salimos de vacaciones y cuando regresamos vimos que la cantidad de hurtos había aumentado mucho -dice Gastón Rodríguez, dueño de Asturias-. Pero lo que no podíamos imaginar era que nos iban a robar tres veces en diez días. La última fue terrible, porque vinieron con armas largas y estuvimos entre 10 y 15 minutos a su merced.»

Para Rodríguez, una de las razones de la ola de robos podría ser el aumento de ocupación ilegal de casas en las calles Ravignani, Gorriti, Arévalo y Carranza, entre otras. «Para mí, hay una relación -asegura-, porque nadie sabe quién vive ahí ni qué hacen ni dónde trabajan. En Cabrera ya hay ocho casas ocupadas. Y los asaltos se hicieron más frecuentes a medida que empezó a haber más ocupación ilegal.»

Una recorrida por el barrio confirma que en Costa Rica al 5900, Carranza al 1600 y en Cabrera del 5500 al 6000 hay distintos predios ocupados, en su mayoría por familias numerosas. El caso más espeluznante está en Carranza y Gorriti, donde hasta hace unos meses funcionaba el hotel boutique Baucis y ahora, en el mismo lugar, hay un predio ocupado por familias con niños y adolescentes. «En los últimos meses, los propietarios del hotel habían puesto un cartel en la puerta para alquilar o vender -cuenta el policía Lemos, que vigila esa altura de Gorriti-, y hace poco, un sábado a la noche, después de las 4, con el lugar cerrado y sin vigilancia, las familias llegaron y ocuparon el edificio. Cuando uno de los dueños se presentó para reclamar, los okupas le mostraron un papel que según ellos es un contrato de alquiler. Y ahí están todavía, sin que nadie los pueda sacar.»

Para Lemos, «los que arrebatan en la calle son pibitos que no son del barrio. Los otros, que roban en los restaurantes, están organizados, saben dónde y cuándo hay policías, trabajan en equipo y tienen gente acá. Cuando yo voy para una esquina, atacan la cuadra desprotegida. Y si voy para allá, entonces asaltan la esquina de la que me fui. Si engancho a alguno, es de casualidad».

El vecino Pablo Filipelli, que vive en la cuadra de Honduras al 6000, avala las palabras de Lemos en cuanto a la desprotección que impera en el barrio. «Para el poder adquisitivo que hay en el barrio, la vigilancia deja mucho que desear -señala-. El pasaje Convención, por ejemplo, es una boca de lobo. Hace tres meses que vivo acá y me llama la atención la cantidad de historias de robos que escucho.»

Desde que les robaron, en el Magendie instalaron un timbre en la puerta de entrada para ver quién ingresa. Pero, también como medida de precaución, algunos dueños se resisten a hablar mucho del tema, quizá por temor a alguna represalia. Lo mismo ocurre en Decata, donde por lo bajo los empleados cuentan el robo del martes («se llevaron hasta comida y algunas cosas de los clientes») y los dueños evitan hacer declaraciones. «Cuando llega el poli se acaban los robos en esa cuadra, pero como no somos suficientes empiezan a robar en otros lugares -explica el oficial Claudio Aquiliani, destacado en la esquina de Cabrera al 6000, al lado de la panadería Asturias-. Además, tengo entendido que como la vigilancia de las cámaras corresponde a la Ciudad, a los policías federales no nos permiten acceder a esa información. Así es muy difícil ayudar a los vecinos.»

De noche, pasadas las 21, la luz de la luna se posa sobre Palermo Hollywood mientras grupos de jóvenes y extranjeros entran y salen de bares y restaurantes con distintos grados de euforia. Los predios ocupados abandonan su aspecto de casa y, al amparo de las sombras, simulan empalizadas a la espera de la inspiración de algún artista callejero. En la puerta del hotel ocupado de Carranza y Gorriti aún brilla una calcomanía de Trip Advisor, garantía de recomendación que podría embaucar a un despistado. Una vecina con una bolsa de una librería en la mano apura al paso a medida que se sumerge en la oscuridad de la calle Ravignani. Y un patrullero circula por Bompland, pasa por Honduras y se pierde en una calma amenazante. En la versión porteña de Hollywood, esa escena es lo más parecido a un final feliz.

UN MODELO PARA ARMAR
El modelo a seguir es: primero, tomar casas y llevar niños para que no se puedan desalojar fácilmente, después de organizar la red, segundo: empiezan a delinquir sobre seguro (además de robar pasan droga)… ahí el tema se «institucionaliza». Tercer episodio colateral: empieza a haber prostitución a bajo precio, lo cual sumado a lo segundo hace que el comercio se destruya, o sufra un impacto muy fuerte, por que aunque «supuestamente» haya acuerdos de convivencia con las mafias organizadas, la zona se vuelve muy insegura. En quinto lugar, como otro efecto colateral, empieza a bajar notablemente el valor inmobiliario…ya ahí el horror es patente y no hay ni sol ni luna que lo oculte.

En una oficina en Palermo Hollywood años atrás y una tarde alguien abrió la puerta para salir y se metió un chorro que justo pasaba caminando. «Sabés lo que es estar en tu escritorio que y que te pongan un chumbo en la cabeza? No lo olvidás mas.»