La importancia del rol del médico geriatra

Por Jesica Iervasi, directora médica y gerontóloga de Residencia Manantial (www.manantialghumano.com.ar).

A causa de los cambios demográficos en el mundo, se ha producido un aumento significativo del número de personas mayores. Esto comienza a partir de dos fenómenos importantes: la transición demográfica y la transición epidemiológica.

La primera se asienta en la Revolución Industrial, que al mejorar las condiciones generales y de trabajo del hombre, fue logrando una mejor y mayor calidad de vida. La segunda es consecuencia de la primera, y se basa en el cambio de patrón de enfermedades. Antes las personas morían de enfermedades de curso agudo y generalmente infecciosas, ahora, la mayor parte de las patologías a tratar son de curso crónico, degenerativas, por múltiples causas, de tipo no infecciosas exclusivas y que no causan la muerte inminente sino incapacidad y dependencia.

Estos fenómenos demográficos, sumado a la inserción de la mujer en el mercado laboral y la consecuente disminución de la natalidad, produjeron un aumento en la expectativa de vida y por consiguiente la población añosa ha aumentado significativamente y seguirá aumentando.

Todos estos cambios, y los que vendrán, hacen sumamente necesario la formación de médicos especializados en personas mayores, ya que ésta es una población completamente diferente, con patologías, manifestaciones y necesidades distintas a las del adulto joven.

El médico geriatra es aquel especialista que se ocupa no sólo de la prevención y asistencia de las enfermedades de personas de edad avanzada, sino también de su recuperación funcional y su reinserción en la comunidad.

Es un desafío constante, ya que son pacientes únicos, diferentes a los demás, una población que crece, totalmente heterogénea, que a causa de su disminución en la reserva funcional y su disminución en la capacidad de adaptarse a los cambios (estrés) se vuelven mas vulnerables y con ello, la consecuente aparición de enfermedades, en su mayoría no mortales pero que se cronifican, avanzan y le quitan autonomía al paciente (como mencionamos antes).

Estas enfermedades frecuentes en la población anciana quedan definidas y agrupadas bajo el nombre Síndromes Geriátricos, descriptas por las 4 i (inestabilidad, inmovilidad, incontinencia, incompetencia intelectual, aunque hay muchas más), que generalmente son subdiagnosticadas, requieren de soporte humano, le crean dependencia y causan un gran impacto negativo en la calidad de vida.

Estos síndromes, al igual que la mayoría de las patologías del adulto mayor, cursan con presentación atípica (infarto sin dolor, infecciones sin fiebre). Además, hay que tener en cuenta la plurimedicación, las interacciones medicamentosas, los efectos adversos de las mismas, las dosis y su ajuste y las contraindicaciones de ciertos fármacos para esta población.

Por esto y mucho más, es que es importante contar con un especialista en la materia. El médico geriatra sabe diferenciar entre las patologías y los cambios fisiológicos relacionados con la edad, la diferencia entre anciano sano, anciano frágil y paciente geriátrico, y detectan precozmente la fragilidad además de tratar las intercurrencias, siempre con la idea de un plan de tratamiento a corto y largo plazo mediante el trabajo en equipo.

Esta especialidad se vale de su propia tecnología para realizar diagnósticos, que se basa en una sistemática propia de trabajo, que la distingue de otras especialidades.

La VGI (Valoración Geriátrica Integral) es la herramienta fundamental para establecer un plan de objetivos a corto y largo plazo, y objetivos de cuidados en el anciano. La misma evalúa y cuantifica el estado físico, psíquico (mental, cognitivo – conductual) y social enfatizando en el conocimiento de la capacidad funcional (actividades básicas, instrumentales y avanzadas de la vida diaria) como principal variable para establecer el rendimiento, la independencia y evaluar las posibles alternativas terapéuticas basadas en un equipo interdisciplinario proponiendo un plan de tratamiento y para la detección rápida de la fragilidad subyacente y así devolver, mejorar o sostener la función dependiendo del caso.

El médico geriatra, además de su tarea médica, es un organizador y coordinador de cuidados y recursos, y se ocupa tanto del paciente como de su familia, ya que en muchas enfermedades la familia necesita educación, entrenamiento y contención para comprender y atravesar los diferentes procesos.

En resumen, el médico geriatra es un valor fundamental en la vida del adulto mayor y de sus seres queridos. Son los que mejor conocen las necesidades de esta población teniendo como objetivo mediante el abordaje interdisciplinario (médico, psicólogo, nutricionista, terapista ocupacional), la asistencia, la rehabilitación y la promoción de la salud para mejorar la calidad de vida y prevenir la dependencia, disminuir al máximo el sufrimiento, evitar sufrimientos innecesarios, contener y acompañar al paciente y su familia en esta etapa, ayudándolos a aceptar la finitud humana, siempre con valores éticos que respeten la autonomía y la dignidad de todas las personas.