Tercera edad: Entrenar la memoria

Por Romina Tirigay, psicóloga del equipo de Manantial Grupo Humano (www.residenciamanantial.com.ar)

Las llamadas “quejas subjetivas de memoria” hacen referencia a los olvidos percibidos por el individuo, y se hacen presentes en situaciones cotidianas, se convierten en una fuente de preocupación, aún cuando luego de una consulta médica se descarte que sean de origen patológico.

Existen básicamente dos grupos de factores que los producen: los biológicos y los psicosociales. Dentro de los primeros están el envejecimiento cerebral normal que produce distintos cambios, como la disminución de la velocidad de procesamiento y/o ciertas dificultades en la evocación de la información almacenada, cuando no se tienen “pistas” ni referencias. A su vez, las modificaciones en el ritmo de vida provocadas por la jubilación, los cambios familiares (crecimiento e independencia de los hijos) y ciertas limitantes físicas, en muchos casos crean un clima de aislamiento social, pasividad, falta de motivación e, incluso, mayor dependencia. Estos últimos factores, y no solamente los biológicos, serían los responsables de los déficits percibidos por adultos mayores que, sin estar transitando un proceso patológico de deterioro cognitivo, ven disminuido su rendimiento cotidiano.

La compensación de estos cambios se convierte así en el punto fundamental a la hora de trabajar con la memoria en la vida diaria. Así como se lleva a cabo en otros órdenes (utilización de anteojos para optimizar la vista o de prótesis dentales cuando hay piezas faltantes), las dificultades en la memoria pueden compensarse a través del aprendizaje y utilización de estrategias mnésicas que favorezcan la adquisición de información. Las mismas apuntan a optimizar los procesos de codificación de los estímulos que necesitamos almacenar. La importancia de los procesos de codificación radica en que son los responsables de organizar y clasificar la información garantizando que la misma sea mucho más accesible al momento de evocarla. Se puede pensar un paralelismo con cualquier sistema de archivo que utilice un código, por ejemplo: una biblioteca. La rapidez para acceder específicamente al ítem que necesito en determinado momento, está directamente relacionada con el nivel de orden y organización con que los libros fueron ubicados en primer lugar. Si no se usa ningún sistema, y los libros simplemente se van apilando a medida que se van adquiriendo, sin agruparlos ni categorizarlos, el tiempo requerido para buscar uno en particular va a ser muchísimo mayor (con el riesgo, incluso, de no encontrarlo si la biblioteca es muy extensa).

Un aspecto básico a tener en cuenta para que la utilización de estrategias mnésicas funcione, es que tengan algún tipo de utilidad en la vida diaria, es decir, que tengan una aplicación concreta. Si una herramienta de compensación no apunta directamente a intentar resolver un problema cotidiano, lo más probable es que no se incorpore como un hábito y finalmente, con el paso del tiempo se deje de utilizar. Por ejemplo, la estrategia de categorización (agrupar los ítems de una serie numerosa de palabras en categorías) permite mejorar el recuerdo de la lista de compras en el supermercado, evitando olvidos y omisiones indeseadas. En términos de economía de recursos, no es lo mismo para nuestro almacén de memoria archivar 20 ítems “sueltos”, sin relación entre sí, que 4 categorías de 5 ítems cada una (siguiendo el ejemplo de la lista del supermercado: artículos de limpieza, lácteos, artículos de perfumería y más). La técnica de agrupamiento además de organizar –codificar– la información, otorga de por sí “pistas” a la hora de evocar (“sé que tengo que comprar 5 productos de verdulería”) y, finalmente permite disminuir el esfuerzo cognitivo ya que, al agrupar los ítems, se reduce la demanda mnésica (porque los grupos de información reducidos en número y conformados por estímulos relacionados estrechamente entre sí).
Es así como, aún cuando los procesos asociados a la edad puedan producir cambios en la manera en que se procesa la información, la disminución en el rendimiento cognitivo –en ausencia de patología cerebral– solo es aparente. La incorporación de nuevos hábitos permitirá llevar nuevamente el desempeño de la memoria a los niveles previos, siempre y cuando los mismos se concienticen y se apliquen de manera sistemática.

Mantener un ritmo de vida activo tanto desde lo físico y lo social como desde lo intelectual, sumado a la incorporación de técnicas y estrategias mnésicas, permitirá compensar los cambios que el paso del tiempo produce en nuestra memoria.