Analicemos como es un mentiroso compulsivo
Mentiroso, embustero, fantasma, farsante, casper, liante, flipado, bocachancla. La persona afectada por este trastorno muestra una tendencia repetida a mentir, generalmente ante la perspectiva de unos beneficios inmediatos tales como la admiración o atención. El caso es que el objetivo general es manipular la realidad para contar una historia más llamativa de lo que en realidad es.
El mentiroso compulsivo no admite sus mentiras
Lo normal es que un mentiroso compulsivo no admita sus mentiras ni se preocupe por sus repercusiones, ya que para el es algo totalmente natural, aunque esas mentiras sean evidentes o carezcan de todo sentido.
La mitomanía, también denominada pseudología fantástica, hace referencia a un trastorno psicológico, por el cual la persona afectada, denominada mitómano o mentiroso patológico, tiene una conducta repetitiva del acto de mentir, lo que le proporciona una serie de beneficios inmediatos, como admiración o atención. Hay que aclarar que el término ‘mitomanía’ tiene también otro significado y se refiere a una tendencia a admirar exageradamente a una persona o cosa, pero aquí nos centraremos en el aspecto patológico de su significado.
Cuando la gente miente inconscientemente exhibe otras señales físicas
Cuando la gente miente inconscientemente exhibe otras señales físicas de estrés. Una sonrisa falsa que involucra solo la boca, no los ojos. Un tono de voz más alto de lo normal. Pupilas dilatadas. Parpadeos muy lentos (y parpadeos rápidos cuando termina la mentira). Movimientos nerviosos de los pies, como zapateos o arrastrar los pies. Tocarse la cara, como cubrirse la boca, ojos o nariz repetidamente.
Muchas personas mienten acerca de algunos temas que los incomodan demasiado, usualmente su mal comportamiento pasado o algo de lo que se avergüenzan. Si la persona parece decir mentiras solo porque sí, incluso cuando le haces preguntas acerca de temas aparentemente sin importancia, puede ser un mentiroso compulsivo. Algunas personas realmente disfrutan el acto de mentir más de lo que disfrutan decir la verdad. Puede ser como una adicción, evocar una pequeña satisfacción cada vez que dicen una mentira. Los mentirosos desvergonzados que se han salido con la suya mintiendo por un largo tiempo pueden empezar a mentir como una forma de vida.
ESTUDIO
De acuerdo a los investigadores, mientras más compleja sea la mentira, más repetitivo será este comportamiento.
Un equipo de investigadores afiliados a universidades británicas y neerlandesas ha descrito un comportamiento corporal, hasta ahora desconocido, que podría ser un indicio inequívoco de que una persona está mintiendo.
De acuerdo a una investigación publicada recientemente en Royal Society Open Science, tras estudiar una serie de interacciones sociales, los académicos descubrieron que cuando un individuo miente a otra persona este tiende a imitar, muchas veces de forma inconsciente y por un breve periodo de tiempo, ciertos movimientos corporales de su interlocutor.
Durante el estudio, los autores realizaron una serie de pruebas que motivaban a un grupo de voluntarios a decir mentiras cada vez más elaborada. En una primera etapa, se les pidió resolver un complicado rompecabezas, del cual se les había dicho que sería sencillo. Mientras lo resolvían, miembros del equipo de investigación abandonaban la sala simulando haber dejado por accidente las soluciones del rompecabezas a la vista de los entrevistados. A su vuelta, fingían darse cuenta de su error y preguntaban a los sujetos de estudio si las habían utilizado o no.
Si no habían hecho trampa, o la habían hecho pero no lo admitían, investigador y voluntarios resolvían juntos el rompecabezas utilizando las soluciones. En cualquiera de los tres posibles escenarios, se les pidió que mintieran acerca de haber visto las respuestas.
En la segunda etapa del experimento, se les solicitó a los voluntarios mentir sobre haber participado en un juego de rol en el que se resuelven misterios. Para ello, se les dio información acerca de los otros participantes con los que supuestamente habían jugado, con la finalidad de que pudieran elaborar una mentira mucho más compleja y creíble.
En la parte final del experimento, la cual consistió en una entrevista acerca de las pruebas realizadas, tanto al entrevistador como al entrevistado les fueron colocados acelerómetros y sensores en distintas partes del cuerpo con el fin de monitorear los movimientos de ambos durante el interrogatorio, y así medir la sincronicidad no verbal entre los interlocutores.
Tras analizar los resultados, los académicos descubrieron que la coordinación del comportamiento no verbal del entrevistador y el entrevistado aumentaba a medida que la tarea de los voluntarios se volvía más exigente desde el punto de vista cognitivo, es decir, que los participantes tendieron a imitar las acciones de sus interlocutores, y mientras más compleja era la mentira, mayor número de movimientos imitaban.