Carlos Penelas

Resiliencia y estulticia. Por Carlos Penelas

Resiliencia y estulticia

Hace unos años escribí unas líneas que reitero más abajo. Suelo repasar mis artículos. Sin falsa modestia creo no haberme equivocado en lo esencial en ninguno de ellos. Vivimos días angustiosos, plenos de dolor y amargura. Lo venimos repitiendo hasta el cansancio: el stalinismo, el fascismo – de izquierda o de derecha – el nazismo, el franquismo o el populismo nos han llevado a vivir pesadillas. Insensatez, diría mi padre. Hoy Putin, el líder autócrata, bombardea sin piedad Ucrania. Es un crimen contra la paz. Hay admiración en muchos por la autoridad férrea, el control de los medios y las redes sociales. Aquí y allá. La demencia, lo ideológico, lo económico, lo racial forma parte del poder. La permisividad del gobierno justifica la invasión rusa como suele justificar los delirios cotidianos. Permanentemente se invierte el espejo: lo vemos con Cuba, Venezuela, China y en tantas republiquetas bananeras con camellos y moros. Y el turista subnormal disfruta de palacetes, hoteles y natatorios. Descubre lo exótico y se siente realizado. Selfie y a la cama. El deporte también está impregnado de falsedades y pantanos. Frente a esta consternación anida (sin pudor) la hipocresía, la corrupción, los mercados opresores, cierta suerte de libertinaje en la cual droga, mafias, funcionarios y muchedumbre juegan al gallito ciego. Es parte de la historia, de las sociedades, se me dirá. De acuerdo. Hoy regresamos con un artículo publicado hace años donde anticipamos algo de este maremoto. Sabemos de sobra que hay seres que adoran dictadores; los idolatran. Lo peor siempre abreva en estas aguas. Y no les importa inquisiciones, campos de concentración o torturas. Son seres humanos: votan, comen, se duchan, cobran planes sociales o hablan por televisión como si supieran. Forman la chusma, en donde habitan profesionales, crupieres, malabaristas, jugadores de ludo, empleados, señores y señoras, estudiantes progres y jubilados. A veces mayoría. Intente escuchar luego a Sonia Wieder Atherton. Puede ser las Suites para violoncelo de Johann Sebastian Bach o Kaddish-Chants Juifs que la poeta Sandra Figueroa me hizo conocer. Ahí va la nota de hace dos o tres años.

Venimos escribiendo desde hace mucho, mucho tiempo, que la imbecilidad no tiene límite. O como señalaba nuestro gran Domingo Faustino Sarmiento: “la ignorancia es atrevida”.

Harto de discursos, proclamas, bombos, santificaciones, inscripciones y declaraciones banales, aconsejo a aquellos que están discutiendo géneros, innovaciones absurdas, explicaciones extraviadas o teorías lamentables sobre la lengua castellana y todas las lenguas, las diversas conquistas, los personajes de novelas, los autores machistas y los otros, sobre la modificación del idioma o la historia de la humanidad, de las guerras mundiales – obra de nacionalismos, populismos y el capitalismo -, que vuelvan al taparrabos. Que regresen a la condición nómada, a las voces originarias, a sus tribus ancestrales. Que devuelvan el idioma, los apellidos, las creencias, las instituciones, las banderas, las pinturas. Que recuperen sus chozas, sus esquemas, sus instrumentos musicales, sus cubiertos, sus platos, sus comidas, incluyendo manteles y diccionarios. Que se queden con sus vacunas y sus medicamentos, con sus cirugías, sus modales, sus teatros, sus óperas, sus palacios, su cinematografía. Que desprecien la tecnología, que busquen su literatura, que mantengan sus ceremonias sociales, sus conductas, su sociología, su patriarcado. Que aborrezcan de Cervantes, de Dante, de Miguel Ángel, de Quevedo, de Galdós, de Bakunin, de Marx, de Trosky, de Goethe, de Shakespeare, de Homero, de Leonardo, de Montesquieu, de Galileo, de Darwin, de Copérnico, de Fleming, de Mendeléyev, de Loewi, de Fellini, de Chopin, de Buster Keaton, de Chaplin… Que sus dioses sean restaurados, que vuelvan a ser cazadores-recolectores, agricultores itinerantes, que tengan caciques y hechiceros, que regresen a los troncos ahuecados.

Mientras tanto yo le pediré perdón a los sumerios. En especial a Berosus Caldeus, que escribió en griego. No siéndolo. Ora pro nobis.

Carlos Penelas

Buenos Aires, 15 de marzo de 2022