Guillermo Vilas

Guillermo Vilas, la leyenda del tenis en la Argentina y La gran Willy

Guillermo Vilas

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Memorable. Limpiando la cancha con los cancheros el día que el estadio del Buenos Aires Lawn Tennis Club. comenzó a llamarse Guillermo Vilas

La Gran Willy (o Tweener en inglés) es la denominación popular de un golpe de tenis que se realiza golpeando la pelota por entre las piernas y de espaldas a la red. Se trata de un golpe muy difícil, que requiere gran habilidad y que es esencialmente defensivo y excepcional, ya que se utiliza como último recurso, cuando la pelota ha superado al tenista y este ya no podrá alcanzarla para pegarla de frente. Fue registrado por el tenista argentino Guillermo Vilas, razón por la cual lleva ese nombre (Willy es apócope de Guillermo/William en inglés).

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Guillermo Vilas ha declarado que, para crear la gran Willy se inspiró en el destacado polista argentino Juan Carlos Harriott, considerado el mejor jugador de polo de todos los tiempos, que en un aviso publicitario de whisky Old Smuggler ejecutaba un backhander (golpe de taco hacia atrás), por entre las patas de su caballo.

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La gran willy

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La gran willy es un golpe defensivo, como respuesta excepcional a un globo mediante el cual el jugador ya ha sido superado por la pelota y no podrá llegar a responder de frente.

Para ejecutarlo, el tenista debe correr hacia la pelota, de espaldas a la red, pasar por encima de la pelota cuando está a punto de botar por segunda vez y, sincronizadamente, impactar la pelota cuando esta se encuentra debajo de la entrepierna utilizando la empuñadura continental, es decir, la misma que se usa para el saque, volea y smash.

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Si bien es un golpe desesperado, es recomendable también observar la posición del contrincante, con el fin de sorprenderlo en la respuesta, ya que, habitualmente, no espera que ese golpe pueda ser ejecutado con éxito.

Normalmente, en tenis, el golpe genera un tiro a la altura de la cinta, por lo que sí es ejecutado correctamente, puede producir un notable golpe pasado. Eventualmente, forzándolo un poco, se puede llegar a realizar un contraglobo, como consiguieron hacerlo Nicolás Lapentti en Roland Garrós (2003), Fabrice Santoro en Newport (2008) o Gastón Gaudio en su vuelta al tenis a Feliciano López en la Copa Argentina en diciembre de 2008 o también Rafael Nadal contra Novak Djokovic en el Masters de Madrid en mayo del 2011.

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El golpe también se utiliza y de manera más habitual en pádel, pero en este caso, siempre se genera un contra globo con el fin de ganar tiempo para que el jugador pueda recuperar la posición.

El golpe fue ejecutado por primera vez en 1974, en los courts del Club Obras Sanitarias de Buenos Aires en un partido de exhibición contra el tenista francés Wanaro N’Godrella. En un partido oficial, el golpe fue ejecutado por Vilas por primera vez, en 1975, en el torneo de Indianápolis, sobre polvo de ladrillo, ante el español Manuel Orantes.

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Guillermo Vilas, el mejor tenista argentino

Guillermo Vilas, el mejor tenista argentino de todos los tiempos con una colección de 62 títulos, cuatro de ellos de Grand Slam, cumplirá este miércoles 70 años y su enorme figura sigue vigente como emblema de un deporte que popularizó en Sudamérica con hazañas inolvidables que lo elevaron a la categoría de leyenda.

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El ex notable tenista llegará a las siete décadas lejos de su país, lo pasará en Montecarlo, donde reside con su esposa, la tailandesa Phiangphathu Khumueang, y sus cuatro hijos, Andanin, Intila, Lalindao y Guillermito, en épocas difíciles ya que transita una enfermedad neurológica con signos cada vez más evidentes de un deterioro cognitivo que motivó que sus apariciones en público sean esporádicas.

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Vilas llegó al mundo un 17 de agosto de 1952 en la Capital Federal, pero a los pocos días sus padres se mudaron con él a Mar del Plata, a la casa de la Avenida Colón que ocupó durante su infancia y adolescencia, hasta que salió a recorrer el mundo con una raqueta en la mano.

Hijo del escribano José Roque Vilas y de Maruxa, el crack nació en el Sanatorio Anchorena de la Ciudad de Buenos Aires, pero a los 10 días estaba en el que sería su lugar en el mundo: Mar del Plata.

El extenista estudió en el Instituto Peralta Ramos junto con su hermana Marcela, tomó su primera raqueta a los 5 años y comenzó a castigar el frontón, hasta que lo descubrió el profesor Felipe Locícero.

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Su primera raqueta fue una Sarina Children que le regaló su padre y la empuñó en el Náutico de Mar del Plata, club donde dio sus primeros pasos en el tenis antes de salir de gira por el mundo y hacerse conocido para transformar ese deporte en la Argentina y en Sudamérica.

El ‘zurdo’ de la vincha deslumbró en el circuito con la conquista de cuatro torneos grandes: Roland Garros y el US Open en 1977, más el Abierto de Australia en 1978 y 1979.

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Si bien fue un especialista en polvo de ladrillo, Vilas era tan profesional y perfeccionista que fue capaz de jugar razonablemente sobre césped.

Por eso, a los 22 años ganó el Masters en el césped del estadio Kooyong, en Melbourne, en 1974 y ante el talentoso rumano Illie Nastase, quien era campeón del US Open de 1972 y Roland Garros de 1973.

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También popularizó y patentó un golpe, la «Gran Willy», que consiste en impactar la pelota por entre las piernas y de espaldas a la red, una maniobra de malabarismo tenístico propia de los elegidos.

Una elección clave en su vida fue la del entrenador rumano Ion Tiriac, a quien se unió en 1975 para diseñar una carrera casi perfecta que lo elevó al segundo lugar del ranking mundial, aunque debió haber sido número uno, su asignatura pendiente.

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Vilas y Tiriac diagramaron una sociedad perfecta. Junto al rumano ganó sus Grand Slams, más 16 títulos en un año y 46 partidos consecutivos, todo esto en 1977 cuando fue el líder indiscutido para todos aunque el ranking de la ATP no lo admitiese jamás.

Vilas no fue reconocido como número uno a pesar de que ese año tuvo esos hitos y además totalizó 137 partidos ganados en todas las superficies.

Esa negativa de la ATP a reconocerlo motivó el nacimiento de «Vilas: Serás lo que debas ser o no serás nada», el documental de Netflix que emprende la cruzada de lograr el merecido reconocimiento del talento argentino que por ahora no se produjo.

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Más allá de los números y récords, la influencia de «Willy» en el tenis fue notable.

Es que antes de Vilas el tenis en la Argentina era un deporte de élite que se practicaba sólo en clubes tradicionales, no había ni transmisiones televisivas y radiales de los grandes torneos y pocos espectadores presenciaban los Campeonatos Nacionales o Regionales.

No obstante, Vilas no solo dejó su huella con logros irrepetibles, sino también con su ejemplo alentó a que las siguientes generaciones de tenistas alcanzaran un gran nivel.

Sin Vilas no hubiera habido un David Nalbandian, un Gastón Gaudio, un Guillermo Coria, ni tampoco un Juan Martín del Potro, y esa influencia en su país se trasladó también a Sudamérica.

En ese sentido, son varios los grandes tenistas que admiten la influencia de Vilas en sus carreras y lo tienen como ídolo, en una lista que incluye al brasileño Gustavo «Guga» Kuerten, campeón de Roland Garros tres veces (1997, 2000 y 2001), al ecuatoriano Andrés Gómez, ganador de Roland Garros en 1990 y al paraguayo Víctor Pecci, finalista en el Grand Slam parisino en 1979, entre los casos más salientes.

En cuanto a su relación con la Copa Davis, Vilas también es referente puesto que desde que debutó en 1970 nadie vistió la camiseta argentina más que él, con 29 serie disputadas, un récord de 57 triunfos y 24 reveses, y la herida de aquélla final perdida en 1981 ante EEUU.

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El extenista tomó la decisión a principios de 2017 de radicarse en Montecarlo, un lugar que le sienta bien puesto que ganó el torneo del Principado en dos ocasiones: 1976 y 1982.

Su cumple número 70 lo encontrará junto a su familia enfrentando difíciles condiciones de salud y seguramente recibirá testimonios de afecto, estímulo y admiración desde todos los rincones del mundo.

Con apariciones públicas cada vez menos frecuentes, sus imágenes recientes son las que su familia publica en redes sociales con motivo de algún aniversario importante.

Vilas, junto a Maradona, Juan Manuel Fangio, Carlos Monzón, «Manu» Ginóbili y Lionel Messi integran la mesa chica de los que superaron todas las barreras y se instalaron en el Olimpo del deporte argentino.

LOS 62 TROFEOS DE UNA BRILLANTE CARRERA

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Guillermo Vilas, quien este miércoles llegará a las siete décadas con estatus de mito viviente del tenis y del deporte argentino, conquistó 62 trofeos en su brillante carrera, cuatro de ellos de Grand Slam, más un Masters en el que se consagró el mejor de todos.

En la fecha de su cumpleaños número 70 repasamos una por una todas las conquistas del mejor tenista argentino de todos los tiempos, desde el primero en 1973 y el último 10 años después.

La nómina completa de títulos del zurdo marplatense es la siguiente:

. 1973 (1): Buenos Aires.

. 1974 (7): Gstaad, Hilversum, Louisville, Toronto, Teherán, Buenos Aires y Masters jugado en Melbourne.

. 1975 (5): Múnich, Hilversum, Washington, Louisville y Buenos Aires.

. 1976 (6): St. Louis, Fort Worth, Montecarlo, Toronto, San Pablo y Buenos Aires.

. 1977 (16): Springfield, Buenos Aires (1), Virginia Beach, Roland Garros, Kitzbuhel, Washington, Louisville, South Orange, Columbus, US Open; París, Teherán, Bogotá, Santiago, Buenos Aires (2) y Johannesburgo.

. 1978 (7): Hamburgo, Múnich, Gstaad, South Orange, Aix en Provence, Basilea y Abierto de Australia.

. 1979 (4): Hobart, Washington, Buenos Aires y Abierto de Australia.

. 1980 (3) Roma, Kitzbuhel y Palermo.

. 1981 (3): Mar del Plata, El Cairo y Houston.

. 1982 (7): Buenos Aires, Rotterdam, Milán, Montecarlo, Madrid, Boston y Kitzbuhel.

. 1983 (3): Richmond, Delray Beach y Kitzbuhel.

En 1977 Guillermo Vilas derrotó a su gran rival Jimmy Connors en la final del Abierto de Estados Unidos

Aquel día del maestro de 1977, Guillermo Vilas dio una de sus mejores cátedras, dejando en claro que era el mejor del mundo, aunque la insólita manera de calcular el ranking, nunca le reconociera el número 1. Fue lo único que le faltó, aunque todavía se está a tiempo de hacer justicia con el más grande tenista argentino de todos los tiempos.

 Ya había caído la noche en el court central de Forest Hills cuando Jimmy Connors jugó esa pelota paralela muy cerca del fleje. Dio la impresión de ser mala, pero el juez de línea no la marcó. El argentino paró el punto y lo miró desesperado, buscando la confirmación, que se hizo esperar, pero llegó. Y ahí sí, el festejo en forma de salto, con los brazos abiertos hacia el cielo, que iba a quedar para la eternidad, como un póster inmaculado del deporte nacional. Willy ganaba el Abierto de los Estados Unidos, en su última edición en polvo de ladrillo, y más allá de los caprichos del ranking, que insólitamente no lo encaramaron en la cima, se convertía en el mejor tenista del mundo. Fue una jornada llena de elementos particulares, más allá del cotejo en sí, que hicieron aún más increíble aquel 11 de septiembre de 1977.

La fiebre por Vilas se había desatado en 1974, la primera temporada de sus grandes resultados, que hizo provocar una pasión desconocida en el país, convirtiendo a un deporte de élite en popular, gracias a la combinación de dos detalles sobresalientes del protagonista: sus éxitos en las canchas de todo el planeta y su inmenso carisma. La gente, que en su gran mayoría no conocía casi nada de tenis, comenzó a interesarse y mucho tuvieron que ver en su masificación las coberturas periodísticas y que se lo pudiera ver jugando con cierta continuidad por televisión.

Precisamente aquel U. S. Open ‘77 tuvo transmisión en directo de las instancias finales: El sábado 10 las dos semifinales masculinas, más la final femenina y el domingo 11 el match decisivo entre Vilas y Connors por Canal 9.

El reconocido periodista Guillermo Salatino, en una de sus primeras coberturas internacionales, fue testigo y protagonista de un momento único en la historia de los medios en nuestro país, vinculado al satélite donde se recibían las emisiones desde el exterior: “Me encontraba trabajando en el torneo para radio Antártida y el jueves 8 me llamó Gustavo González, que era el productor con el que solía trabajar en Canal 9, para decirme si podía hacer la gestión para transmitir sábado y domingo. Yo no tenía idea, porque jamás había hecho algo así, pero me puse a averiguar y se logró. Me armaron una mesa en lo alto del estadio, con un micrófono y un teléfono para tener conexión con Buenos Aires, por si pasaba algo. Y pasó. Porque cuando estaba por terminar el tie break del tercer set de la final, me avisaron por esa línea, que se cortaba la emisión, ya que el satélite por el que llegaban las imágenes, iba a ser ocupado por Canal 13, que lo tenía contratado con anterioridad, para la recepción de un programa español llamado 300 millones. Increíble pero cierto que la consagración de Vilas no se ha visto en vivo. Yo seguí relatando y eso se grabó en el camión de exteriores de la cadena CBS, porque el partido entero se emitió a las once de la noche. Hicimos 42 puntos de rating”.

“Entre todas las que cosas que sucedieron, viví otra anécdota increíble: llegué al estadio con 40 grados, en bermudas y remera, hasta que vino un viento helado que llevó la temperatura a unos 12 aproximadamente, Me salvó el colega Lucho Hernández, de la revista El Gráfico, que me fue a comprar un sweater, porque me estaba congelando. En los estudios de Canal 9 estaba otro periodista deportivo, Julio Ricardo, a quien, por línea telefónica, le iba pasando el score del cuarto set y él lo decía al aire durante el programa Feliz Domingo, para que la gente estuviera informada. Cuando terminó el partido, Vilas invitó a varios argentinos a cenar, entre los que estaba incluido, pero no pude asistir, ya que debí ir a los estudios de la cadena CBS a chequear que saliera bien la emisión hacia nuestro país para la posterior emisión en diferido. Regresamos todos en un avión de Aerolíneas Argentinas, incluida Claudia Casabianca, que había ganado el torneo junior femenino, con un festejo tremendo. Recuerdo que en la escala en Río de Janeiro se subió Cacho Fontana con un camarógrafo, para hacerle una nota para Video Show, un programa muy exitoso del momento de Canal 11. Para mí fue emocionante, por el enorme logro de Guillermo y por mi primera transmisión vía satélite por televisión”.

El final del partido fue caótico e inhabitual para las costumbres del tenis, porque mucha gente invadió la cancha para celebrar el éxito de Vilas, que se había transformado en el preferido del público, incluso sobre Connors, que era local, pero de carácter irascible. Uno de los que saltó al court fue Constancio Vigil, director ejecutivo de la revista El Gráfico, quien vivió dos momentos particulares: en medio de la algarabía y de ir corriendo en busca de Guillermo, se chocó con Connors, con quien cruzó algunas palabras poco amistosas. Willy estaba en andas y luchaba para no ser despojado de la indumentaria, hasta que lo divisó a Vigil. Entonces se sacó la remera, se la arrojó al grito de “guardámela”. Unos 15 años más tarde se reencontraron en la redacción de la revista y allí le devolvió ese preciado tesoro.

Vilas en andas al terminar la final

Jimmy Connors fue un histórico adversario de Vilas desde los tiempos de juveniles, ya que tiene apenas 16 días de diferencia, nacidos ambos en 1952. Para el norteamericano significaba un partido especial, porque era su cuarta final consecutiva en el U. S. Open. Aquella pelota con la que se definió el match no quedó en el olvido para Jimbo: más de una vez ha declarado que para él ese partido aún no ha terminado y que su tiro fue bueno. Reconoció siempre que Vilas jugó más que él en esa tarde y que fue el mejor de la temporada ‘77, pero no logró aceptar la derrota. Cosas de los grandes campeones…

El otro protagonista destacado del instante sublime de la consagración de Guillermo fue el juez de línea que señaló como malo el tiro de Connnors. Muchos años más tarde, Vilas se encontró con este hombre en la cena de un torneo importante y le preguntó porqué había tardado tanto en cantar esa pelota, a lo que le respondió que siempre había estado seguro, pero lo había seducido la idea de ser el centro del espectáculo por lo menos por espacio de cinco segundos.

Vilas fue metódico y ordenado en su estilo de juego y también en su vida. Conservó infinidad de cosas de su carrera, que son verdaderos tesoros. Eduardo Puppo es un periodista especializado en tenis, pieza vital en el documental sobre Guillermo y quien ha motorizado la lucha porque sea le reconozca el número 1 tan merecido. Cuando esto ocurra verá la luz el libro que escribió junto a Willy y por eso es palabra autorizada para rememorar detalles de aquel título en Estados Unidos: “Cuando comenzamos con su libro siempre mencionaba las bolsas que guardaba después de los grandes torneos: terminaba el partido final, iba al vestuario y separaba todo lo del último game. Al principio pensé que era una expresión global sobre su apego a los elementos que utilizó, pero antes de radicarse en Mónaco en 2016, me dio el visto bueno para buscar e inventariar todo. La sorpresa y emoción profesional fue impactante cuando, en efecto, en diferentes valijas (que Vilas nunca volvió a abrir), comenzaron a aparecer esas bolsas. La de Forest Hills contenía la indumentaria completa, menos la remera, que es una historia aparte. En un bolsillo del short estaba la vincha junto a un poco del clay (que es el polvo de ladrillo norteamericano), tal como él la había puesto en aquel momento cuando el público invadió el court”.

Fue un domingo rebosante de actividad, inmerso en una década pródiga en actuaciones deportivas argentinas de relevancia en las más diversas disciplinas. En horas de la mañana se disputó el Gran Premio de Italia de Fórmula 1, en el clásico circuito de Monza, donde Carlos Reutemann partió en primera fila a bordo de su Ferrari número 12. Debió abandonar, pero esa temporada fue la antesala del gran 1978, donde ganaría 4 grandes premios.

Guillermo Vilas levantando la copa del U.S. Open de 1977, último torneo que se jugó en polvo de ladrillo

Casi dos horas después de haber comenzado la batalla entre Vilas y Connors en Estados Unidos, Boca enfrentó a Cruzeiro por la segunda final de la Copa Libertadores, en el estadio Mineirao de Belo Horizonte, encuentro que fue transmitido en directo por Canal 13, manteniendo, con lo que ocurría en Forest Hills, una batalla de rating por espacio de una hora, algo impensado tiempo atrás en Argentina, con la carencia del satélite. El equipo argentino se había impuesto por 1-0 en la ida y de no perder, alzaría por primera vez el máximo trofeo continental. Cayó por 1-0 y debió esperar 72 horas para ser campeón de América por penales en el Centenario de Montevideo.

Ese U. S. Open ‘77 fue un torneo que tuvo de todo. Se disputó la última edición en el tradicional Forest Hills, ya que a partir de 1978 se comenzó a jugar sobre cemento en Flashing Meados. En ocasión del partido de Vilas ante el español Higueras por los octavos de final, una persona realizó un disparo con un arma e hirió a otra en las tribunas, generando un caos y una confusión nunca vista en un court de tenis. Con su triunfo ante Connors, el argentino alcanzó la marca de 38 victorias consecutivas, que luego se estirarían hasta 50 y por ser campeón cobró un cheque de U$S 33.000, cifra irrisoria comparada con lo que se percibe en la actualidad