24 de junio, natalicio de don Ernesto Sabato

Ernesto Sabato

El 24 de junio de 1911 nacía este escritor, ensayista, físico y pintor argentino. Es autor de una obra literaria y ensayística universalmente reconocida, entre la que destacan sus novelas «El túnel», «Sobre héroes y tumbas», «Abbadón, el exterminador», y numerosos ensayos como «Uno y el universo», «Hombres y engranajes», «El otro rostro del peronismo», «El escritor y sus fantasmas», «Antes del fin», «Entre la letra y la sangre».

Ernesto Sabato, nació el 24 de junio de 1911 en Rojas, provincia de Buenos Aires, penúltimo de once hijos varones de una familia de inmigrantes italianos. Más allá del humor de su afirmación, Sabato es sin dudas uno de los nombres fundamentales en la generación más importante de la historia literaria de la Argentina.
Aunque sus primeros libros fueron ensayos como Uno y el universo (1945), Hombres y engranajes (1951) y Heterodoxia (1953), Sabato entró en el campo de la ficción con El túnel (1948), un relato psicológico de clima existencialista que le dio una posición entre los hombres de letras. Sabato era sumamente duro con su propia producción literaria y, según él mismo ha dicho varias veces, quemó más de lo que publicó. De hecho Sobre héroes y tumbas (1961), su segunda novela, más ambiciosa en su configuración, con alternancia de lenguajes y técnicas, se salvó de las llamas únicamente gracias a la intervención de su esposa Matilde, según él mismo confesó.

En 1963 publica el ensayo El escritor y sus fantasmas, donde analiza la literatura y el fenómeno de la creación. Su última novela, Abbadón el exterminador, vio la luz en 1974 y fue elegida como la mejor novela extranjera en Francia en 1976.

Sus libros, traducidos al italiano, alemán, esloveno, griego, danés, noruego, ruso, inglés, francés, portugués y hebreo, entre muchos otros idiomas, se convirtieron en clásicos de la literatura latinoamericana y recibieron elogios de grandes personalidades como Albert Camus o Graham Greene. Y su obra le valió la admiración y el respeto de otros, como el Nobel portugués José Saramago, quien lo llamó su “hermano mayor” durante un homenaje realizado en el III Congreso Internacional de la Lengua Española, realizado en 2004 en la ciudad de Rosario.

Sabato realizó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de La Plata, y se doctoró en física en la universidad de esa ciudad. Mientras estudiaba en París, sus relaciones con los surrealistas franceses reactivaron su vocación literaria, ya manifestada en sus años de estudiante secundario. Militó en el Partido Comunista, del que luego se apartaría. Actuó como investigador y profesor en la Universidad de La Plata, antes de retirarse definitivamente del campo científico, para dedicarse al ensayo y la prosa.

Muchas veces justificó ese cambio: “Creo que hay que escribir cuando no damos más, cuando nos desespera eso que tenemos adentro y no sabemos lo que es, cuando la existencia se nos hace insoportable”, sostenía Sabato. Sin embargo, en 1979 debió dejar de escribir cuando le detectaron una enfermedad irreversible en los ojos, y desde entonces se dedicó a la pintura. Su obra plástica fue expuesta en el Centro Pompidou de París.

Tras la dictadura militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983, Ernesto Sabato presidió la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), creada por el gobierno del entonces presidente Raúl Alfonsín. Este organismo recogió denuncias, testimonios y pruebas sobre los miles de desaparecidos por la represión, que luego fueron presentados en un estremecedor libro titulado Nunca Más. A partir de entonces, Sabato se evidenció cada vez más como un referente ético, aunque algunos también cuestionaron sus puntos de vista.

Graciela Fernández Meijide dijo de Ernesto Sabato: “Cuando él aceptó ser presidente de la CONADEP, había que tener mucho coraje.” El Nunca Más, que lleva un prólogo escrito por el propio Sábato, fue publicado en 1984 por la Editorial de la Universidad de Buenos Aires (Eudeba), y a partir de eso el libro se terminó conociendo mundialmente como el “Informe Sabato”. Allí se consignan miles de casos de abducción, desaparición y ejecución de personas ordenadas por las Juntas, con un detalle en la documentación desplegado en centenares de páginas. La cantidad de desapariciones relevadas fue de 7380. Como la CONADEP funcionó durante ocho meses, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación continuó recibiendo denuncias, que elevaron esa cifra a 8961 personas.

El prólogo de la edición original del Nunca Más comenzaba así: “Durante la década del ’70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países.” Esta frase, evidentemente, terminó provocando lustros después intensas discusiones que adquirieron dimensión nacional e internacional, porque venía a confirmar la denominada teoría de los dos demonios, la idea de que ciudadanos que pelean por algo son tan responsables del mal como los funcionarios estatales que salen a las calles para asesinarlos.

El mismo Sabato, al final de ese prólogo originario, se defendía así de los posibles, inevitables ataques: “Se nos ha acusado, en fin, de denunciar sólo una parte de los hechos sangrientos que sufrió nuestra Nación en los últimos tiempos, silenciando los que cometió el terrorismo que precedió a marzo de 1976, y hasta, de alguna manera, hacer de ellos una tortuosa exaltación. Por el contrario, nuestra Comisión ha repudiado siempre aquel terror, y lo repetimos una vez más en estas mismas páginas. Nuestra misión no era la de investigar sus crímenes sino estrictamente la suerte corrida por los desaparecidos, cualesquiera que fueran, proviniesen de uno o de otro lado de la violencia. Los familiares de las víctimas del terrorismo anterior no lo hicieron, seguramente, porque ese terror produjo muertes, no desaparecidos.”

Por eso mismo, y en momentos en que el gobierno de Néstor Kirchner presidía la Argentina, se hizo urgente un nuevo prólogo para aquel Nunca Más, porque ahora, bajo una concepción más extensa de los Derechos Humanos, resultaba incompleto. El nuevo texto, firmado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, quedó impreso en la edición del 30º aniversario del golpe de Estado de 1976, y se lo ubicó antes del prólogo redactado 22 años atrás. En la nueva edición, presentada en la Feria del Libro de 2006, se lee: “Es preciso dejar claramente establecido, porque lo requiere la construcción del futuro sobre bases firmes, que es inaceptable pretender justificar el terrorismo de Estado como una suerte de juego de violencias contrapuestas como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y del Estado, que son irrenunciables.” Eduardo Luis Duhalde, uno de los animadores del nuevo prólogo, escribió: “El prólogo original no reproducía la filosofía política que hoy anima al Estado en la persecución de los crímenes de lesa humanidad.”

Según comentara su hijo Mario Sabato, a la labor en la CONADEP “la tomó como parte de una obligación moral”, aunque también recuerda que aquella época “fue un calvario y una demolición para mi padre, que nunca superó. El trabajo no era lo grave, porque había muchos y muy buenos haciéndolo. El tema era ver eso de cerca, porque uno sospechaba, pero no se imaginaba ese nivel de horror. Eso es algo que cualquier persona sensible no pasa sin recibir huellas muy profundas, y las que dejó en mi padre fueron devastadoras. Él tuvo tres episodios en su vida que fueron los que lo demolieron: la enfermedad de mi madre y su muerte posterior, la muerte de mi hermano y la CONADEP.”

Justamente su mujer, Matilde, madre de sus hijos Jorge y Mario, se constituyó en su mayor sostén en momentos de abatimiento y desesperanza. Con ella compartió un matrimonio de más de 60 años, así como la ruptura con el mundo de la ciencia y sus conflictos con el comunismo.

Su hijo Jorge perdió la vida en un accidente automovilístico en 1995, y ella falleció en 1998. Ese mismo año Sabato publicó su volumen de memorias Antes del fin, un compendio autobiográfico de recuerdos que él mismo calificó como desordenados y que, escribió, “han sido parte de tensiones profundas y contradictorias, de una vida llena de equivocaciones, desprolija, caótica, en una desesperada búsqueda de la verdad”.

Ernesto Sabato, fallecido el 30 de abril de 2011, recibió en 1984 el Premio Cervantes, el mayor reconocimiento que se otorga a autores en lengua castellana, y es uno de los únicos cuatro escritores argentinos en recibir este galardón, junto a Jorge Luis Borges (1979), Adolfo Bioy Casares (1990) y el poeta Juan Gelman (2007). Detalles apenas, que no alcanzan para acabar de trazar el perfil de un hombre enorme.