Bandoneón de Buenos Aires

Bandoneón de Buenos Aires

Bandoneón de Buenos Aires

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¡Vamos con el Tango!  ¡qué buen bandoneón!  El 11 de julio se conmemora el   aniversario del nacimiento de Aníbal Troilo y se celebra el Día Nacional del Bandoneón. Esta fecha fue elegida en homenaje al día de natalicio de Aníbal Carmelo Troilo, alias Pichuco, distinguido bandoneonista, compositor, director de orquesta de tango, que nació en Buenos Aires el 11 de julio de 1914. El 18 de mayo de 2005 se sancionó la Ley 26.035 para que su vida quedara ligada definitivamente al instrumento, de origen alemán, que fue una extensión de él y que se apropió de sus emociones.

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Bandoneón de Buenos Aires

Entrañable Pichuco a partir de los pilares de su vida: el barrio, los comienzos, la amistad, la mujer y, por supuesto, el  Bandoneón de Buenos Aires.

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«Tranquilo y a no agitarse,
es peligroso desesperarse.
La vida es corta
y el pasarla a té de tilo,
preocupada y con estrilo
me parece que es atroz.
Tranquilo, viejo, tranquilo,
y al final, primero vos.»

Cada 11 de julio se celebra el Día del Bandoneón, en recuerdo del nacimiento de Pichuco Troilo.  El Día del Bandoneón se conmemora el 11 de julio de cada año en la Argentina. Esta fecha fue elegida por ser la del nacimiento de quien se considera el «Bandoneón Mayor de Buenos Aires», el maestro Aníbal Troilo.

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Aníbal Troilo, figura indiscutible de la música argentina, es el centro de tres libros recientemente editados, que tendrán su presentación mañana, a las 19, en la Academia Nacional del Tango para celebrar el Día del Bandoneón.

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Bandoneón de Buenos Aires: Charly

Troilo compuso la música de tangos como “Garúa”, que lleva letra de Enrique Cadícamo; “Desencuentro”, que compuso junto a Cátulo Castillo; “Mi tango triste”, junto a Enrique Santos Discépolo y “Sur”, que creó en dupla con a su gran amigo Homero Manzi, a quien tras su muerte creó en su homenaje “Responso”.

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Bandoneón de Buenos Aires: El maestro

También formó una dupla inolvidable junto al cantor Roberto Goyeneche con quien formó una amistad.

Nacido en el barrio el barrio porteño de Almagro, Troilo fue un músico intuitivo que fue evolucionando hasta convertirse en una figura de referencia y un clásico eterno del tango.

El 13 de abril de 2000 la Ciudad de Buenos Aires había sancionado la ley 366 que decretaba esa fecha como Día del Bandoneón.

El 11 de julio de 2005, el Congreso de la Nación Argentina declaró esa fecha como Día Nacional del Bandoneón mediante la ley 26.035, sancionada el 18 de mayo de 2005. Los propulsores de esta ley fueron Francisco Torné, nieto de Zita Troilo, y el poeta Horacio Ferrer, amigo del músico y presidente de la Academia Nacional del Tango.

Sin embargo, el instrumento tanguero por excelencia no es exclusivo de hombres. Fue diseñado inicialmente en Alemania como evolución de instrumentos de lengüetas sueltas (free-reed) anteriores, como la concertina u otros. Se dice que su uso fue inicialmente como órgano portátil para ejecutar música religiosa; de ahí su sonido sacro y melancólico.

El bandoneón es un instrumento musical de viento, libre (o de lengüetas libres) a fuelle de la familia de la concertina (en alemán konzertina), de forma rectangular, sección cuadrada y timbre particular. Su nombre original en alemán es bandoneon, pero su castellanización en el Río de la Plata estableció la palabra «bandoneón» para denominar al instrumento en español.

Técnicamente, el bandoneón posee botonera cuádruple, ya que cuando se abre el fuelle cada botón oprimido genera un tono y cuando se cierra el fuelle el mismo botón emite otro tono. Por lo tanto, es necesario aprender la ubicación de 71 tonos abriendo el fuelle y otros 71 cerrándose.

Bandoneón de Buenos Aires
Bandoneón de Buenos Aires

Al llegar al Río de la Plata de la mano de marineros e inmigrantes, fue adoptado por músicos de la época y fue así como colaboró en la formación del sonido particular del tango rioplatense, constituyéndose en un verdadero símbolo de este.

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Bandoneón de Buenos Aires

El bandoneón hay que tocarlo con un poco de bronca, de violencia. Hay que golpearlo, pegarle, exigirle todo. Yo no concibo a alguien que toque el bandoneón como si fuese un nenito que está haciendo pis; hay que tocarlo con todo lo que uno tiene adentro. No se lo puede tocar como un clavicordio; hay que emplear otro tipo de fuerza, es algo mas físico. Como dice el gordo Federico, hay que tocarlo con todo el peso del cuerpo. No hay que tocarlo como dicen algunos fanáticos técnicos, abriendo y cerrando. Cerrando, jamás se podrá frasear el bandoneón; no podes hacer nada. Yo diría que ni el diez por ciento de las notas que toco las toco cerrando. Empleé el cerrando simplemente por una necesidad de respirar con la jaula, pero el noventa y cinco por ciento de las notas, cuando tengo que cantar una melodía, la tengo que cantar abriendo. Porque de esa manera se goza lo que se toca. Cerrando no se goza un pirulo, cerrando el bandoneón es cero, nada.
Astor Piazzolla.

Detrás de Paquita Bernardo, la pionera, son muchas las mujeres que sacan y sacan lo mejor de un «fueye».

Soñando – Tango de Paquita Bernardo con letra de Eugenio Cárdenas (1924). Este tango obtuvo el premio «accesits» en el 1er concurso del disco Nacional. Cuenta Guadalupe Aballe en el sitio web «Todo Tango»: «En ocasión del primer concurso de tangos que el disco Nacional realizó en el teatro Gran Splendid a fines de 1924, Paquita Bernardo se presenta con “Soñando” que obtiene el sexto premio en una elección fraudulenta, pues este tango fue el único bisado en toda la ronda (entre 150), a pedido expreso del público que colmaba el teatro y contra la orden de los organizadores de no repetir. Ante las quejas de Roberto Firpo, que con su orquesta ejecutaba los tangos intervinientes, referente al bis de “Soñando”, intervino Carlos Gardel diciendo: «Maestro, el público es soberano, hay que tener en cuenta que Paquita es la única mujer que ha dominado al taura del bandoneón». Gardel habría cantado su vals “Villa Crespo”, “La enmascarada” y «Soñando» y en cuanto a “La enmascarada”, era inédito cuando Carlitos lo oyó en el teatro Smart ejecutado por su autora a quién pidió la música para que Francisco García Jiménez le colocara versos teniendo ese título por gusto del propio cantor». Paquita nació en Buenos Aires (Villa Crespo) el 1 de mayo de 1900 y allí falleció el 14 de abril de 1925.

Tips Bandoneón de Buenos Aires

1 – En el año 1955, ISO propuso que en todo el mundo el la4 no tuviera 435 Hz sino 440 Hz. La razón era que en experimentos con ondas en condiciones de laboratorio, los 440 Hz eran más sencillos de reproducir que los 435 Hz.

2 – Cuando hoy decimos «bandoneón», solemos querer referirnos un típico específico de Bandoneón que terminó popularizándose como el instrumento característico del Tango Rioplatense, el Bandoneón diátonico bisonoro de 142 tonos (también llamado Bandoneón Argentino, o Bandoneón Argentino Tango).

3 –  En Argentina y Uruguay se considera al bandoneón como un instrumento inseparable de las orquestas de tango. Llegó al país hacia 1900, importado desde Alemania por los inmigrantes.

4 – En Argentina, algunos músicos prefirieron aprovechar el cambio completo de afinación para cambiar esas dos notas a fa y mi de la octava del do grave, respectivamente, quedando fa arriba del teclado y mi sobre el final hacia el lado del frente. De esta manera el teclado quedaba completo para estudiar abriendo.

Murió en el Hospital Italiano, a causa de un derrame cerebral y varios paros cardíacos y se encuentra sepultado en el Rincón de los Notables del cementerio de la Chacarita, ese extraño edificio-monumento con forma de bandoneón que alberga a las figuras del tango.

Hijo de padres italianos, circula una versión según la cual el apodo «Pichuco» proviene de «picciuso», que en un napolitano deformado querría decir «llorón»; y algo de eso había en aquella actitud con algo de Buda frente al bandoneón cuando se decía que en ciertos pasajes Troilo «hacía pucheros».

Nacido en el barrio del Abasto en 1914, para las nuevas generaciones su nombre está asociado sobre todo a los grandes poetas que le proveyeron letras como las de «Barrio de tango», «Sur» y el vals «Romance de barrio», de Homero Manzi, «La última curda», «Desencuentro» y «María», de Cátulo Castillo, o «Pa’ que bailen los muchachos» y «Garúa», de Enrique Cadícamo.

Enorme en vida, recolector de infinitas anécdotas entre la gente de la noche y el tango, hizo famoso su recitado «Alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio… ¿Cuándo? ¿Pero cuándo? Si siempre estoy llegando», grabado en 1968 en círculo íntimo junto a figuras de Canal 13 entre las que se ve, absortos, a Beba Bidart y Claudio García Satur.

Era su versión en vivo de «Nocturno a mi barrio», un tango cuya música y letra le pertenecen, en un acontecimiento histórico de la televisión argentina cuyo videotape felizmente no fue destruido y hasta puede rastrearse en internet.

Vio la luz en la calle Cabrera 2937 y tras la muerte de su padre, cuando él tenía ocho años, pasó a vivir en Soler 3280, a menos de tres cuadras, y a los diez le pidió a su madre que le comprara un bandoneón, cuya posesión era un sueño que lo perseguía desde la primera vez que vio uno entre los tantos músicos que visitaban los cafés del barrio.

Su madre viuda, Felisa Bagnoli, hizo piruetas con la economía familiar –había un hermano y también una hermana, que murió muy chica- y accedió a comprarle uno por 140 pesos de la época, a pagar 10 pesos durante 14 meses, con la extraña suerte de que a la cuarta cuota el vendedor desapareció como por encanto y nunca más se supo de él.

Si bien tuvo otros, con ese bandoneón tocó casi toda su vida, incluso en su debut en 1925 en un bar aledaño al Mercado de Abasto, a lo que agregó un breve pasaje por una orquesta de señoritas –donde tocaba escondido mientras una chica hacía como que- y la formación de un quinteto a sus 14 años, del que no quedan registros.

En 1930 tenía 16 años y pantalones cortos cuando decidió abandonar sus estudios en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini: había sido contratado por el violinista Elvino Vardaro para su famoso quinteto, en el que militaban Osvaldo Pugliese, Alfredo Gobbi (hijo) y Ciriaco Ortiz, un amigo para siempre.

Troilo y ese bandoneón pasaron por las orquestas de Juan Maglio «Pacho», Julio de Caro, Juan D’Arienzo, Ángel D’Agostino y Juan Carlos Cobián, hasta que en 1937 armó su Orquesta Típica –que mantuvo con muchas variantes hasta sus últimos días- y debutó en la boîte Marabú, un subsuelo de Maipú 359, a pocos metros de Corrientes, cuya entrada se puede apreciar aún.

Troilo jamás dejó de tener su Orquesta Típica, que al mismo tiempo varió constantemente de integrantes, y fue el mayor sobreviviente del desastre pergeñado por las productoras de discos y las emisoras de radio a partir de 1955, cuando todo lo popular y nacional se empezó a mirar de soslayo.

Entre otros pocos, persistieron Juan D’Arienzo con su música para bailar, seguido en segunda línea por el retardatario Héctor Varela –más adelante figura estelar de ciertos programas televisivos- y sobre la década siguiente la industria encontró en el cantante Julio Sosa una manera digna de vender discos.

También la peleaba Ástor Piazzolla, pero lo suyo es otra cosa.

La primera formación de la orquesta de Troilo estaba integrada por Orlando Goñi, Enrique Kicho Díaz, Roberto Gianitelli, Juan Miguel Toto Rodríguez y el cantor Francisco Fiorentino; y por inexperiencia juvenil, falta de práctica y estilo de época tocaba «a la parrilla», es decir, sin una orquestación orgánica ni dirección visible, solo repitiendo los aciertos alcanzados en los ensayos.

Hay grandes diferencias entre aquella orquesta recién nacida y la que mostraba Troilo años después, ya que había sido pensada como vehículo bailable, que fue lo que le dio un primer impulso, diferenciándose de las búsquedas de Julio de Caro o la petulancia de Osvaldo Fresedo.

Las cosas cambiaron en los primeros años 40, cuando Piazzolla comenzó a escribirle los arreglos –Ástor estuvo allí entre 1939 y 1944 e incluso siguió haciéndolo luego de formar su propia agrupación-, y eso le aportó una definitiva identidad a una orquesta que solo murió cuando murió su líder, en 1975.

En lo personal, en 1938 se casó con Zita, nacida en Grecia y la mujer de su vida, cuyo nombre real era Ida Dudui Kalacci -y quien le obsequió aquel primer bandoneón de Troilo a Piazzolla luego de su partida-, y en 1951 la muerte de su amigo Homero Manzi lo sumió en una profunda depresión que lo retiró de los escenarios durante un año. Para él compuso «Responso», un tango instrumental.

Al volver con su orquesta, Pichuco formó en paralelo un famoso dúo de solistas con el guitarrista Roberto Grela, que luego fue cuarteto –se pueden buscar grabaciones en las redes- y más adelante, en 1968, cuando su arte ya rozaba lo excelso, juntó su bandoneón al de Piazzolla para grabar joyas como «El motivo» y «Volver».

En 1953, Troilo y Grela intervinieron en la obra musical «El patio de la Morocha», de Cátulo Castillo, donde interpretaba el papel del bandoneonista Eduardo Arolas, pero esa no fue su única incursión en los escenarios; hasta días antes de su muerte participó en multitudinarias funciones en el teatro Odeón, en sociedad con el poeta Horacio Ferrer, sin saber que su vida estaba llegado a su fin.

Se celebra el Día del Bandoneón y el legado de Troilo en la Academia Nacional del Tango

El Día del Bandoneón, instrumento conocido por ser determinante en el sonido y la historia del tango, se conmemora en Argentina mañana, 11 de julio, para recordar el nacimiento de Aníbal «Pichuco» Troilo, considerado «el bandoneón mayor de Buenos Aires».

La Academia Nacional del Tango festejará un nuevo aniversario del nacimiento de Troilo (1914-1975) con un concierto gratuito protagonizado por un seleccionado de bandoneonistas e intérpretes que harán un recorrido por su obra.

El «Gordo» Aníbal Troilo en el Hipódromo de Palermo.

El «Gordo» Aníbal Troilo, ese hombre que fue capaz de componer «La última Curda», «Responso», «Garúa», «Romance de Barrio» y «Desencuentro», entre otros tangos, tenía la linda manía de ir todos los sábados al mediodía al sector Paddock del Hipódromo de Palermo.

Ese era su pasatiempo favorito y, al igual que Carlos Gardel, estableció un estrecho vínculo del tango con el turf, todavía presente en el recuerdo de los más nostálgicos.

Llegaba en taxi a Libertador y Dorrego y caminaba lentamente hacia la histórica confitería París. Allí había siempre una mesa reservada a su nombre. Todo ese rito lo llevó a cabo Troilo hasta casi el día de su muerte en 1975.

Su llegada era de película. El tachero no le cobraba el viaje, los mozos salían a darle un abrazo, los habitués le daban la mano con un «¿cómo anda, maestro?» Todo era cariño y reconocimiento.

Desde los años 40 hasta los 70, Troilo almorzaba con amigos como «El Charro» José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Edmundo Rivero y los comediantes Marcos Zuker y Fidel Pintos.

Nunca faltaban los buenos «dateros», los entrenadores de caballos, los jinetes y los banqueros de juego.

El «escolazo» era un buen pretexto para hablar de fútbol -su pasíon por River Plate era inmensa-, de tango, de mujeres, del tema que saliera en una mesa donde siempre había un buen whisky.

El «Gordo» Troilo sabía de memoria los códigos del turf, del tango y de la noche. Sabía que a veces había que callarse la boca cuando el dato era bueno. Por lo tanto, en lugar de ir él a las ventanillas de apuestas, mandaba a un amigo. Nadie podía enterarse de lo que había jugado. Todo en silencio y sin avivar giles.

Desde el mediodía hasta las seis o siete de la tarde Troilo vivía a pleno en la Confitería París. Lo saludaba todo el mundo, lo querían de verdad. Muchos que le daban una palmada en el hombro habían estado la noche anterior viéndolo con su orquesta en el Tabarís o en Patio de Tango, dos reductos que albergaban su orquesta.

Nunca compró un caballo. No tenía ese berretín de ser dueño de un pura sangre. Carlos Gardel lo fue y era famosa su sociedad con Irineo Leguisamo con el potrillo Lunático. A Troilo le gustaba ver las carreras y volverse a la mesa para reírse un rato o hablar de la vida. Para Troilo la vida era estar con sus amigos en Palermo.

A diferencia de su admirado Astor Piazzolla, quien se iba a cazar tiburones a Punta del Este, el «Gordo» Troilo hablaba mano a mano en el hipódromo con el Charro Moreno o con el gran Adolfo Pedernera, dos titulares de la famosa Máquina de River. Esa era su «terapia» semanal.

Troilo había nacido el 11 de julio de 1914 y vivió muchos años en el barrio del Abasto. Por eso cuando escribió «Nocturno a mi Barrio» dijo «Como me voy a ir del barrio si siempre estoy volviendo». Fue para los tangueros tradicionales el Bandoneón Mayor de Buenos Aires. Fue, además, un porteño de raza y un apasionado por el turf.

La última entrevista la dio a la periodista uruguaya Esther Ghio para la revista Crisis. «Los amigos y Zita, mi mujer, son todo lo que tengo. Me duele mucho el cuerpo y tengo un miedo bárbaro de morirme», reconoció.

Ese hombre, a quien Horacio Ferrer le dedicó el tango «El Gordo Triste», tenía alma de niño travieso. En voz baja le decía a Edmundo Rivero en el Viejo Almacén: «Edmundo, mirá que mañana es sábado y no podemos faltar a Palermo». Edmundo le daba un beso cariñoso y le decía: «Sí, Gordo, no vamos a faltar».

Aquella bohemia de Troilo tenía todo que ver con el Turf. El 18 de mayo de 1975 murió y el pueblo argentino lo despidió en el Teatro San Martín. Se había apagado la vida de un simpático y tierno ser humano que vivía el turf como si fuera una travesura.

Ahora bien, antes de terminar esta nota, los queremos invitar  desde la redacción a que sumen su opinión. Todo será bienvenido. En Palermonline Noticias, podes participar de las notas escribiendo mediante la Carta de Lectores; los aportes son agradecidos y nos muestran otras visiones desde otros puntos de vista.

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