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Somos lo que comemos. Entonces… ¿qué comemos?

Por Andrea Jatar, creadora de De la Olla (www.delaolla.com)

Frecuentemente escuchamos: somos lo que comemos. A veces se nos pasa de largo, otras veces asentimos y seguimos viaje, pero hay momentos en que nos detenemos a pensar por qué somos lo que comemos y qué haremos para comer mejor.

En mi caso, el primer disparador fue el libro «Comer sin miedo» de J. M. Mulet, donde capítulo a capítulo va dando su enfoque acerca de la industria agropecuaria y alimenticia actual, donde enfrenta la producción industrial con la artesanal, en el que muestra un poco de historia y un poco de modas, todo basado en sus conocimientos como experto en bioquímica y biología molecular. Un libro con el que se puede estar o no de acuerdo, pero que te deja pensando.

Pero luego hubo otros hitos. En las últimas semanas acompañé mis pequeños descansos con algunas conferencias TED Talk. Hay unas cuantas disponibles relacionadas con la alimentación, pero particularmente la selección «Saboréalo» (en Netflix), me ha hecho volver al quid de la cuestión: si somos lo que comemos… ¿cómo comemos? ¿Cómo impacta lo que ingerimos en nuestro cuerpo? Por ahí anda dando vueltas el tema de la alcalinidad y de la acidez de los alimentos, como una de las claves de los tratamientos contra el cáncer, por ejemplo. Pero en el formato TED, el particular enfoque de Heribert Watzke, gran científico de alimentos, sobre el cerebro intestinal, o el convencimiento de Jamie Oliver y de Ann Cooper, ambos reconocidos cocineros, sobre la necesidad de educar en el día a día a los niños para que elijan las opciones frescas que nos da la naturaleza en vez de las procesadas por la industria, son palabras que quedan dando vueltas en la cabeza, prontas para encontrarles una manera de implementarlas en nuestro propio hogar para beneficio de quienes más queremos: nosotros, nuestra familia y nuestra descendencia.

Es mucho lo que la ciencia ha avanzado y hoy nos puede mostrar. Hay opiniones y estudios diferentes. Pero lo que todos tienen en común es el énfasis en la elección de lo que ingerimos, en retomar las costumbres de décadas atrás donde la industria no se dedicaba tanto a facilitarnos la vida en un paquete, como sostiene Carolyn Steel, una arquitecta que cuenta la historia de la alimentación en las grandes ciudades partiendo de la Roma antigua hasta el día de hoy, donde es necesario priorizar en nuestra mesa los productos zonales más que los exóticos que vienen de regiones remotas, donde incentivar las actividades primarias locales es un privilegio para nuestro cuerpo y para la sociedad a la que pertenecemos, donde cuidarnos implica consumir fast food natural: frutas y verduras frescas disponibles cuando necesitamos y compradas responsablemente, o sea sabiendo acerca de su cosecha: quién, cuándo, dónde.

No voy a hablar sobre los beneficios de los productos locales, de eso ya nos ocupamos en «Comida, ahorro , orden y salud.. ¿van de la mano?» pero sí de enfatizar que somos responsables de lo que elegimos para estar mejor, de que volver a las raíces es un buen hábito y de que somos modelos de nuestros seres más queridos.

Los invito y los incito a disfrutar de estas charlas, y a que saquen sus propias conclusiones y revisen sus propios hábitos. Por nuestra buena salud y nuestra buena vida.